código civil

DE LA pOSESrÓX (AUTS. 23(j8, 231m) 261
La clandestinidad está en la intención y en los medios empleados
para ocultar la posesión de aquellos (Iue deben conocerla;
así es que aun siendo pública la posesión para los demás, si se
ha ocultado cuidadosamente del que podía reclamarla, se juzgará
como clandestina; esto es lo que entiende el Código cuando dice
en el arto 2369: la posesión es clandestina, cuando los actos por
contra quien se prescribe ó de un tercero; es decir, qne la turbación violenta
soportada por el poseedor no es un obstáculo para la prescripción
».
Nuestro Código, al decidir que el vicio de violencia es puramente
relativo al violentado y que no puede ser alegado por otro, ha resuelto
una cuestión debatida en la jurisprudencia francesa, en el sentido de la
mejor doctrina, porque si me he apoderado por la violencia de la casa
que Alberto posee á título de propietario, y más tarde viene Julio á
reivindicármela, yo le puedo oponer la prescripción, porque mi posesión
no ha sido violenta á su respecto. - Comp. BAl-DRy-LACAXTIXERIE y
TI~RIER, 251.
(Art. 2369.) La posesión en su origen puede ser clandestina, cuando
se la ha tomado ocultándose de aquellos que tenían un interés en oponerse;
pero pierde ese carácter y sirve para prescribir desde el momento
en que se hace pública y se ejercen actos que pueden llegar á conocimiento
de todos; así, no es necesario que los interesados sean especialmente
notificados, basta que los netos no s'8hagan ocultamente; si siendo
pública ellos lo ignoran, la ley no los autoriza para alegar esa ignorancia,
convirtiendo los actos públicos en ocultos ó clandestinos. La publicidad
de la posesión está, pues, en el modo de ejercer los actos posesorios,
y queda demostrada por su ejercicio á vista y paciencia de todos;
los interesados no pueden pretender ignorancia; pero si los actos son
clandestinos, esa ignorancia se presume, á menos que el poseedor demostrase
que' el reclamante los conocía.
El que toma la posesión de una cosa, durante la ausencia del dueño
y se resiste por la fuerza á devolverla, es poseedor clandestino; pero no
debiera considerarse así; porque no hay clandestinidad verdaderamente,
cuando se ha tomado públicamente la posesión. La clandestinidad se
funda en la presunción de que el dueño ignora la posesión; pero esa
presunción no puede prevalecer contra los hechos públicos ejecutados
por el poseedor; si el dueño ignora lo que todos saben, es una desgracia,
como dice Vazeille, que la ley no ha podido impedir. - FREITAS,