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Marketing de Servicios 6ta Ed, Christopher Lovelock

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Caso 9

Sullivan Ford Auto World

CHRISTOPHER LOVELOCK

Una joven administradora del cuidado de la salud se encuentra inesperadamente

dirigiendo una concesión de automóviles propiedad de

su familia, que tiene problemas financieros. Ella está muy preocupada

por el mal desempeño del departamento de servicio y se pregunta si

será posible realizar un cambio.

Desde la avenida Wilson, la concesionaria tenía una vista

agradable. Las banderas ondeaban y tiras de banderines rojos,

blancos y azules se agitaban con la brisa de la tarde. Filas

de automóviles y camiones último modelo brillaban y parpadeaban

con la luz del sol. Los geranios adornaban los jardines

que se encontraban afuera de la sala de exhibiciones. Un

enorme letrero giratorio en la esquina de la avenida Wilson y

Route 78 lucía el logotipo de Ford e identificaba el negocio

Sullivan Ford Auto World. Las pancartas que se encontraban

debajo invitaban: “¡Hagamos un trato!”.

Dentro de la elegante sala de exhibiciones, que tenía un techo

alto, se mostraban cuatro de los nuevos modelos Ford (una

camioneta Escape híbrida color plata, un Mustang convertible

azul, un sedán Five Hundred negro y una camioneta Ranger

roja). Cada vehículo estaba recién pulido. Dos grupos de clientes

hablaban con los vendedores y un hombre de mediana

edad estaba en el asiento del conductor del Mustang, estudiando

los controles.

Arriba, en la oficina cómodamente amueblada de la gerencia

general, Carol Sullivan-Diaz terminó de correr otro

análisis de datos en su computadora portátil. Ella se sentía

cansada y deprimida. Su padre, Walter Sullivan, había muerto

cuatro semanas atrás, a los 56 años, de un ataque cardiaco

repentino. Al ser la albacea testamentaria, el banco le pidió

que asumiera temporalmente el puesto de gerente general de

la concesionaria. El único cambio visible que ella había hecho

en la oficina de su padre era la instalación de una impresora

láser, un escáner, una fotocopiadora y un fax, pero había estado

muy ocupada analizando la situación actual del negocio.

A Sullivan-Diaz no le gustaban los números que aparecían

en la hoja impresa. La situación financiera de Auto World se venía

deteriorando desde hacía 18 meses, y había estado operando

con números rojos la primera mitad de ese año. Las ventas de los

automóviles nuevos habían disminuido, en parte por las crecientes

tasas de interés. Los márgenes se habían reducido debido

a las promociones y a otros esfuerzos por vender los vehículos.

Como un reflejo del incremento en los precios del combustible,

los pronósticos de la industria para las ventas futuras eran desalentadores,

al igual que sus propias proyecciones económicas

para el departamento de ventas de Auto World. Los ingresos por

servicios, que estaban por debajo del promedio para una concesionaria

de este tamaño, también habían disminuido, aunque el

departamento de servicio aún tenía un pequeño superávit.

Carol se preguntó si había cometido un error, la semana

anterior, al rechazar la oferta que Bill Froelich le había hecho

sobre comprar el negocio. Es cierto que la cantidad estaba

muy por debajo de la oferta que él le había hecho a su padre

dos años antes, y que había rechazado, pero el negocio era

más redituable en aquella época.

LA FAMILIA SULLIVAN

Walter Sullivan había comprado una pequeña concesionaria

Ford en 1983, a la que bautizó como Sullivan’s Auto World, y

la convirtió en una de las más reconocidas del área metropolitana.

En 1999 pidió prestado mucho dinero para comprar el

local actual en una importante intersección suburbana, en una

zona de la ciudad donde se construía una gran cantidad de

complejos residenciales.

En el lugar había operado otra concesionaria, pero los edificios

tenían 30 años de antigüedad. Sullivan había conservado

las estaciones de servicio de reparación, pero decidió demoler la

sala de exhibición que estaba frente a éstas y reemplazarla

por una instalación atractiva y moderna. Al mudarse al nuevo

local, que era mucho más grande que el anterior, cambió el

nombre del negocio a Sullivan Ford Auto World.

Parecía que todos conocían a Walt Sullivan, porque había

sido un hombre del espectáculo y empresario consumado que

aparecía en sus propios comerciales de radio y televisión, y

que había participado activamente en asuntos de la comunidad.

Su método de venta destacaba las promociones, los descuentos

y los tratos con el fin de mantener el volumen. Nunca

se sentía más feliz que cuando hacía una venta.

Carol Sullivan-Diaz, de 28 años, era la mayor de las tres

hijas de Walter y Carmen Sullivan. Después de obtener un

título universitario en economía, estudió una maestría e inició

una carrera en administración del cuidado de la salud.

Ella estaba casada con el doctor Roberto Diaz, cirujano del

St. Luke’s Hospital. Sus hermanas gemelas, de 20 años, Gail

y Joanne, que estudiaban en la universidad estatal, vivían

con su madre.

Durante sus días de estudiante, Sullivan-Diaz había trabajado

medio tiempo en el negocio de su padre, realizando

tareas secretariales y de contabilidad, y también redactando las

órdenes de trabajo en el departamento de servicios; por lo

tanto, estaba muy familiarizada con las operaciones de la

concesionaria. En la escuela de negocios había decidido dedicarse

a la administración del cuidado de la salud. Después de

su graduación trabajó como asistente ejecutiva del presidente

de St Luke’s, un gran hospital de enseñanza. Dos años después

se unió al Metropolitan Health Plan como directora

asistente de marketing, puesto que ocupaba desde hacía casi

tres años. Sus responsabilidades incluían la obtención de

nuevos miembros, el manejo de quejas, investigación de mercado

y programas de retención de miembros.

© 2007 Christopher H. Lovelock. Todos los derechos reservados.

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