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Marketing de Servicios 6ta Ed, Christopher Lovelock

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pero menos de la tercera parte afirmó haber sido presentado

con algún miembro del departamento de servicio. Ella decidió

consultar a Larry Winters acerca de esta discrepancia.

Los resultados de la encuesta realizada nueve meses

después la perturbaron. Aunque las calificaciones de los

vehículos coincidían con los promedios nacionales, el nivel

general de satisfacción con el servicio de Auto World era consistentemente

bajo, lo que los colocaba en el 25 por ciento más

bajo de todas las concesionarias Ford.

Las calificaciones más bajas del servicio se relacionaban

con la rapidez de la redacción de las órdenes de trabajo, la comodidad

del horario laboral y de las horas de atención al

cliente, así como la apariencia del departamento de servicio.

Con respecto al tiempo que tomaba terminar el trabajo, la disponibilidad

de las refacciones necesarias y la calidad del trabajo

realizado (“¿Se reparó correctamente?”), las calificaciones de

Auto World se aproximaban al promedio. En lo referente a variables

como la actitud del personal del departamento de servicio,

la amabilidad, la comprensión de los problemas del cliente

y la explicación del trabajo realizado, sus calificaciones eran

relativamente bajas.

Cuando Sullivan-Diaz revisó los cuestionarios individuales,

descubrió que había un amplio grado de diferenciación

entre las respuestas de los clientes en esas variables interpersonales,

pues éstas iban a todo lo largo de la escala de

cinco puntos, desde “completamente satisfecho” hasta “muy

insatisfecho”. Al sentir curiosidad, recurrió a los archivos de

servicio y examinó los registros de varias docenas de clientes

que acababan de responder la encuesta de los nueve meses.

Por lo menos parte de las calificaciones podían explicarse por

los empleados de servicio que los habían atendido. Por ejemplo,

quienes habían sido atendidos en dos o más ocasiones por

sus hermanas otorgaban calificaciones mucho más altas que

quienes habían tratado principalmente con Jim Fiskell, el empleado

que había renunciado recientemente.

Quizá las respuestas más preocupantes eran las relacionadas

con las probabilidades de un uso futuro del departamento

de servicio de Auto World. Más de la mitad indicaba que

utilizaría otro concesionario Ford o “algún otro lugar” para el

servicio de mantenimiento (como cambio de aceite, lubricación

o afinación) o para reparaciones mecánicas y eléctricas menores.

Aproximadamente el 30 por ciento utilizaría otra fuente

para reparaciones mayores. Después de nueve meses, la calificación

de la satisfacción general del concesionario estaba

por debajo del promedio y la probabilidad de que el cliente le

comprara nuevamente estaba un punto por debajo de la probabilidad

de comprar otro producto Ford.

OPCIONES

Sullivan-Diaz puso a un lado las hojas de cálculo que imprimió

y apagó su computadora portátil. Era momento de ir a

casa a cenar. Consideró que la concesionaria tenía básicamente

dos opciones: preparar el negocio para una pronta venta a

un precio bajo o tomarse uno o dos años para tratar de mejorar

su situación financiera. En este último caso, si el cambio

tenía éxito, el negocio podría venderse posteriormente a un

precio más alto o la familia podría designar a un gerente general

para que dirigiera la concesionaria.

Bill Froelich, propietario de otra concesionaria cercana

y de otras tres en ciudades aledañas, había ofrecido comprar

Auto World por un precio que, según los contadores

de la empresa, representaba un avalúo justo de los activos

netos más $250,000 por el nombre comercial. Sin embargo,

cuando la industria automotriz se encuentra en una buena

época, la norma general es que la marca debe valuarse en

$1,200 por vehículo vendido cada año. Carol sabía que Froelich

estaba ansioso por desarrollar una red de concesionarias

para lograr economías de escala. Los precios de sus automóviles

nuevos era muy competitivos y su concesionaria más

cercana manejaba varias franquicias (Ford, Lincoln-Mercury,

Volvo y Jaguar) en una sola instalación grande.

UNA MOLESTIA

INOPORTUNA

Cuando Carol salía de su oficina, vio al gerente de ventas subiendo

por la escalera, desde el piso de la sala de exhibición.

“Larry, tengo que hacerte una pregunta”, le dijo.

“¡Adelante!”, le contestó.

“He estado revisando las encuestas de satisfacción de los

clientes. ¿Por qué tus representantes de ventas no están presentando

a los clientes con los muchachos del departamento

de servicios? Se supone que esto es parte de nuestro protocolo

de ventas, ¡pero parece que sólo está ocurriendo una tercera

parte de las veces!”.

Larry Winters movió sus pies. “Bueno, Carol, básicamente

yo lo dejo a su discreción. Desde luego, les hablamos del

servicio, pero algunos de los muchachos del piso se sienten

un poco incómodos al hablar con la gente sobre las estaciones

de servicio después de que han estado aquí. Es un gran contraste,

sabes a qué me refiero”.

Repentinamente, el sonido de un grito llegó del piso de

abajo. Un hombre de alrededor de 40 años, con un rompevientos

y jeans, estaba parado en la entrada de la puerta gritando a

uno de los vendedores. Los dos gerentes podían escuchar parte

de lo que decía, entre varias obscenidades:

“. . . tres visitas. . . aún no está arreglado. . . el servicio

apesta. . . ¿quién está a cargo aquí?” Todas las demás personas

que se encontraban en la sala de exhibición habían dejado

lo que estaban haciendo para observar al recién llegado.

Winters miró a su joven jefa y puso los ojos en blanco.

“Si hay algo que tu padre no podía soportar eran tipos como

éste, gritando en la sala de exhibición y preguntando por el

jefe. ¡Walt se escondía en su oficina! No te preocupes, Tom se

ocupará de ese individuo y lo sacará de aquí. ¡Vaya tonto!”.

“No”, dijo Sullivan-Diaz con firmeza. “¡yo me ocuparé

de él! Una cosa que aprendí cuando trabajaba en el hospital

St. Luke’s es que no puedes dejar que la gente grite sus problemas

enfrente de los demás. Uno los debe llevar a otro lado,

calmarlos y averiguar qué es lo que les molesta”.

Ella bajó rápidamente las escaleras, preguntándose

“¿qué otra cosa que aprendí en el cuidado de la salud se puede

aplicar a este negocio?”.

548 Sullivan Ford Auto World

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