miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

partir de un artículo publicado en 1901 y titulado «Ciencia y fe», donde el autor
demuestra una evidente influencia unamuniana al argumentar el conflicto entre las
dos componentes. El choque entre el positivismo y vitalismo filosófico
irracionalista desemboca incluso en un diferente y más ponderado tratamiento del
tema religioso. La voluntad identifica, sin duda, una etapa más madura donde
refina la crítica a la moral católica. La oposición entre el viejo espíritu católico,
encarnado en el II capítulo de la novela por un labriego toledano, y el catolicismo
actual, más dogmático y postizo, representan la dicotomía racional-vitalista del
modernismo.
El intento de Pérez López es, en breve, demostrar cómo Azorín, a partir del
nuevo siglo, siguió las huellas de la nueva espiritualización, emprendiendo el
camino de la mentalidad modernista a través de un nuevo tratamiento de la
religión, condensado por la formulación del subjetivismo modernista. Sin
embargo, su anticlericalismo de fondo, que pervive en La voluntad, la falta de
referencias directas, de una postura abierta, de un planteamiento auténticamente
exegético, de una especulación concreta sobre el tema – cabe recordar que Azorín
nunca tuvo mucha familiaridad con las problemáticas teológicas – hacen vano
todo intento de aproximarle al movimiento. De hecho, no existen pruebas de un
contacto o de un interés de Azorín hacia la nueva corriente religiosa como para
proclamarle partidario de la misma. Además, el estudio de Pérez López, muy
interesante desde diferentes puntos de vista, no ofrece, a pesar del título
ambicioso, muchas referencias que ayuden a plantear un auténtico punto de
contacto entre el autor y el movimiento; se trata, más que nada, del testimonio de
la evolución de su erudición religiosa, y su supuesto modernismo teológico queda
vago y superficial, por la objetiva ausencia de elementos que atestigüen una
aproximación filosófica concreta, tanto en Cózar Castañar como en Pérez López.
Azorín es un novelista que siente atracción por toda la problemática de su época,
pero un novelista que está lejos de abarcar el tema religioso con el vigor y el
interés hacia la crisis religiosa contemporánea de un Fogazzaro. Si no fuera así,
debería plantearse la improbable hipótesis que al siempre atento ojo eclesiástico se
le escapó el contenido oculto de novelas como La voluntad o San Manuel Bueno,
mártir o El cura de Monleón, contrariamente de lo que ocurrió en Italia con Il
Santo de Fogazzaro.
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