miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

Y algunos versos más adelante agrega:
no resuscita; ¿para qué?, no espera
sino la muerte misma” 326 .
“Cristo que, siendo polvo, al polvo ha vuelto;
Cristo que, pues que duerme, nada espera” 327 .
Y es tan humano el «El Cristo yacente de Santa Clara» que infunde en el lector
una sensación desagradable, la de un Cristo momia que, por confesión del mismo
autor, “parece ser más bien un maniquí de madera articulado” 328 , la de un Cristo
“cadáver”, cuyo sudor despide un molesto hedor, la de un Cristo negro y
sangrante:
“Cuajarones de sangre sus cabellos,
prenden cuajada sangre negra,
que en el Calvario le regó la carne,
pero esa sangre no es ya sino tierra.
Grumos de sangre del dolor del cuerpo,
¡grumos de sangre seca!” 329 .
Sin embargo, el plan teológico de un Cristo humanizado que reflejaría el
historicismo modernista, desaparece frente a un interés distinto que nada tiene que
ver con el método histótico-crítico propuesto por Loisy en el ámbito de la
cristología cifrada en la figura histórica de Jesús. De hecho, no parece ésta la
motivación que empujó la mano de Miguel de Unamuno en aquellos dos días de
meditación en Palencia, sino más bien un sentimiento de ira hacia la Iglesia
católica española que seguía engañando a sus fieles con su falsa y pasiva
religiosidad y que no hacía de la figura de Cristo, a través de su estéril
predicación, nada más que polvo y tierra. Así se explica, a mi juicio, el siguiente
desahogo de don Miguel:
326 «El Cristo yacente de Santa Clara», OCV, XIII, vv. 23-25, pp. 839-840.
327 Ibidem, vv. 41-42, p. 840.
328 «En Palencia», 1921, OCV, I, p. 824.
329 «El Cristo yacente de Santa Clara», OCV, XIII, vv. 71-76, p. 841.
271