miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

criterio religioso y quieren una metafísica teleológica.
Esta confusión entre los dos campos nos ha llevado a la teología católica, hija
de la aplicación de la filosofía estoico-platónica a las esperanzas escatológicas del
evangelio. La teología católica quiere demostrar la existencia de Dios, y la Iglesia
católica lanza anatema contra quienes, a pesar de creer en Dios, predican que es
indemostrable su existencia.
El profundo mal del catolicismo es el racionalismo. Se quiere llegar a Dios con
la razón, y con la razón se llega a la idea de Dios, no a Dios mismo; con la razón
se llega a la idea de Dios con la que intentamos explicarnos, aunque en vano,
nuestra idea del universo; pero a Dios como realidad trascendente y sentida se
llega sólo por la realidad del universo sentido, y la realidad del universo sentido es
para nosotros nuestra misma conciencia, la que nos da Dios en su anhelo de
eternidad e infinito.
Sé bien que se repetirá con Voltaire – ¡Dios le confunda! – que la fuerza de una
aspiración no prueba la realidad de su objeto; pero yo diré que en el fondo
nosotros sólo creemos en la realidad de los objetos en cuanto satisfacen una
necesidad. Decimos que una percepción es verdadera y tiene objeto real cuando
satisface una necesidad o apaga un deseo.
Y si a pesar de todo se me dijera que me envuelvo y tropiezo en una red de
paradojas, de contradicciones, de sofismas y de proposiciones meramente
verbales, diré que prefiero esta lucha a muerte con el misterio sin que éste se me
rinda, o que yo me rinda a ello, al descansar en una ciencia sorda o en una religión
ciega.
Puesto que si éste y todos mis otros esfuerzos para construirme una concepción
del universo capaz de satisfacer la inextinguible sed de eternidad que consume mi
corazón, no es nada más que una lucha desesperada, no me avergüenza ser
desesperado; ni quiero el pacata mente posse omnia tueri de Lucrecio, si este
descanso tiene que costarme mis esperanzas más profundas. No, después de veinte
siglos de cristianismo que nos han forjado el alma, volver a la actitud pagana es
tan imposible como para un hombre adulto volver a la infancia. Y la segunda
infancia es terrible, porque es la vejez. Y cada paganismo es hoy tan sólo vejez;
nada más que vejez del alma todo supuesto rejuvenecimiento. El remedio a la
desesperación cristiana no consiste en renegar del cristianismo, en repetir que
Cristo «fascia di tedio l’anima», y «di tristizie l’aer contamina», no: el remedio
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