miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

pretendieron o intentaron derrocar esa filosofía oficial” 105 . A este propósito será
preciso notar que Unamuno censura el purismo lingüístico de las instituciones
públicas confesadas 106 , pero reconoce que si este purismo nada depuró, los
“barbarismos verbales” del krausismo tampoco eran la solución más eficaz 107 . De
ahí que Vauthier pueda plantear el doble objeto de su parodia y evidenciar, muy
acertadamente, el “resumen paródico de algunas ideas clave del organicismo
krausiano” 108 que Unamuno realiza al dividir, invertir y oponer de forma
paradójica las categorías analíticas de Krause que, en cambio, están unidas en su
organicismo. La complementariedad espiritual y corporal de la pareja don Avito y
Marina, que el autor denomina forma y materia, en conformidad con los
conceptos de espíritu y cuerpo formulados por Giner de los Ríos en su Lecciones
sumarias de psicología, resulta irónica, según Vauthier, en la siguiente
correspondencia entre arte y naturaleza:
“Quienes tengan aún presente cómo empieza Amor y pedagogía, se acordarán de que don Avito ha
decidido casarse deductivamente, siendo él un convencido sociólogo decidido en «enderezar con la
reflexión todo instinto y hacer que sea en él todo científico». El susodicho fragmento se
corresponde al momento en que fracasa este proyecto, ya que, después de redactar un informe
amoroso pensado para Leoncia, don Avito acba enamorándose instintivamente de Marina, mujer
que no se corresponde en absoluto con la mujer diseñada para llevar a buen puerto en el plan
pedagógico, y, olvidándose, de él, invierte sus propósitos y se casa inductivamente, preguntándose
si «el genio ¿no es tan hijo de la naturaleza como del arte?», «¿no es la naturaleza hecha arte, lo
que equivale a decir que es el arte hecho naturaleza?» 109 .
Y esta misma actitud burlesca o irreverente viene anunciada desde el
«Prólogo» por boca del mismo autor, agazapado tras un anónimo prologuista,
cuando explica a sus lectores que
“los caracteres están desdibujados, que son muñecos que el autor pasea por el escenario mientras
él habla. El don Avito nos hace sufrir una decepción, pues cuando todo hace suponer que
impondrá un severo régimen pedagógico a su hijo, nos encontramos con que es un pobre imbécil
que le tupe de cosas de libros, pero dejándole hacer, y que se entrega al don Fulgencio sin advertir
105 Ibidem, p. 294.
106 «Contra el purismo», 1903, OCV, III, pp. 582-598.
107 «La afanosa grandiosidad española», 1934, OCV, III, p. 718.
108 B. Vauthier, cit., p. 249
109 Ibidem, pp. 248-249.
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