miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

margen de su especulación y, aunque reitere en varios momentos su admiración
por la Crítica de la razón pura, el joven Unamuno no se interesa específicamente
por su obra, excluyendo algo de la doctrina moral 160 . Esta carencia de interés se
explica sólo en aquella negación de Dios que se determina en el salto – término
tan kierkegaardiano y tan querido por don Miguel – de la Crítica de la razón pura
a la Crítica de la razón práctica:
“Hay en la filosofía de este hombre Kant, hombre de corazón y de cabeza, es decir, hombre, un
significativo salto […] de la Crítica de la razón pura a la Crítica de la razón práctica” 161 .
En este sentido, el planteamiento de Unamuno será bastante peculiar, ya que
admite la inmanencia salvaguardando la trascendencia y erige su propia
conciencia a criterio escatológico, donde la inmortalidad del alma se pone en
relación con la subjetividad del individuo. De ahí un agnosticismo a medias.
Si la senda racional de la búsqueda de Dios puede llevar a su negación por falta
de puntos de referencia sensibles, la extrarracional jamás podrá conducir al
hombre a semejante renuncia por esa fuerza creadora siempre tendida a un
perenne anhelo de inmortalidad:
“«Dijo el malvado en su corazón: no hay Dios». Y así es en verdad. Porque un justo puede decirse
en su cabeza «¡Dios no existe!» Pero en el corazón sólo puede decírselo el malvado. No creer que
haya Dios o creer que no le haya, es una cosa; resignarse a que no le haya, es otra, aunque
inhumana y horrible; pero no querer que le haya, excede a toda otra monstruosidad moral” 162 .
De hecho, en el auténtico creyente puede darse la negación de la vía
fenomenológica para alcanzar la fe, pero jamás debería darse la negación de su
deseo nouménico.
La revisión de la Crítica de la razón pura, que rechazaba los fundamentos
metafísicos de Dios heredados por la escolástica medieval, realizada por el
filósofo de Königsberg siete años después en la Crítica de la razón práctica,
persuade a Unamuno a ver en Kant un espíritu hondamente preocupado por la
trascendencia del alma humana:
160 Cfr. N. Fioraso, cit., p. 56.
161 STV, OCV, XVI, p. 129.
162 Ibidem, pp. 311-312.
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