miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

Ciertamente peor, y también más despreciable, más vil, más inhumano que
afirmar o negar, es querer descartar el problema, aconsejarnos no pensar en ello.
No, no tenemos que olvidar, sino investigar el enorme misterio del universo.
Tenemos que pensar en ello, pensar en ello continuamente, y pasar la vida
investigándolo, sin esperanza de solución.
La vida de la desesperación aceptada es la vida espiritual más intensa y más
íntima, es la vida más divina. La redención del dolor está en el dolor mismo.
Cristo en el olivar le pidió al Padre que alejara de sus labios la copa de la
amargura y sudó sangre. La angustia le ahogaba y le oscurecía el alma, aquella
alma triste hasta la muerte; pero consumió el cáliz de la amargura, fue crucificado,
y cuando, sobre la cruz, en el clímax del dolor, exclamó: «¡Cada cosa se ha
cumplido!», saboreó por completo la intensa felicidad de la pena.
No sé lo que piensan de esta doctrina los otros pueblos, pero nosotros, los
españoles, sentimos muy bien este dolor sabroso de nuestra Teresa de Jesús. No
nos ha vencido todavía completamente aquella pestífera aptitud hedonística que
antes que búsqueda del placer es repugnancia del dolor.
Porque es necesario observar bien que lo que hoy mueve y empuja a la mayoría
de las personas es el horror al dolor antes que la búsqueda del placer. Si los
hombres corren detrás de la riqueza, más que por las alegrías por ella causadas, es
porque la riqueza los asegura ante la tan odiada y temida pobreza. Y cuanto mayor
es la riqueza, más se creen a salvo de la indigencia. Nuestros tiempos son tiempos
de miserable avaricia. Se dice que fue el miedo al demonio y al infierno, antes que
el amor a Cristo y la esperanza de la gloria eterna, lo que condujo a las almas
medievales a los monasterios, donde la acidia las consumió; pero también hoy es
el horror frente a la pobreza y al dolor, antes que el amor a la riqueza y al placer,
lo que nos mueve.
Y huyendo del dolor huimos de la felicidad que se encuentra en el interior del
dolor espiritual, de la desesperación aceptada, de la angustia religiosa.
La fe, la fe viva, la fe que se alimenta de dudas, surge de la desesperación. Y
ahora que, pasada la tormenta positivista con la cual parecíamos ahogar en la
ciencia la desesperación, ésta resurge, y con ella resurge la fe:
E quindi uscimmo a riveder le stelle,
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