miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

“porque él, el Cristo de mi tierra es sólo
tierra, tierra, tierra, tierra...” 330 .
Un año más tarde escribe «El Cristo de San Juan de Barbalos». Es un Cristo
desclavado y con los pies rotos que, como el mismo autor cuenta en un homónimo
artículo periodístico de 1914, el párroco retiró del culto porque, en vez de excitar
devoción, provocaba las risas de los fieles. Este Cristo merece, en cambio, el
respeto y la devoción de don Miguel precisamente por su fealdad que debió de
suscitar en él una impresión más humana 331 .
En 1920 la horizontalidad de «El Cristo yacente de Santa Clara», un Cristo
terreno, corpóreo, tendido y, como tal, muerto, se convierte en la verticalidad de
un Cristo aún vivo que asciende a lo divino por el camino de la mística en El
Cristo de Velázquez. Aquí corrige su visión baja y terrena de los Cristos
antecedentes a causa de aquel “remordimiento de haber hecho aquel feroz
poema” 332 de Palencia. No es esta una confesión de poca monta ya que explicitaría
un neto cambio de orientación. “Cabe preguntarse”, dice Víctor García de la
Concha, “hasta qué punto es cierta tal motivación” 333 . Por su parte, Roberto Paoli
ve en los dos Cristos unamunianos, dos modelos antitéticos de su cristología:
“No cabe duda que el segundo [el de Velázquez] es una palinodia del primero. Mientras que el
Cristo de Palencia es horizontal, pura tierra que se resuelve en sí misma sin fundirse con el cielo,
pura muerte intransitiva, el Cristo de Velázquez es vertical, columna en que se confunden cielo y
tierra en perfecta agonía perenne que se resuelve en vida perenne. La oposición entre la
iconografía de los sujetos inspiradores se traduce en la oposición entre dos diversas
cristologías” 334 .
Y, entonces, sobresale la blancura, la luz pura, la cristología realista de todo un
pueblo, el español, que prefiere el Cristo agónico, un Cristo que entremezcla la
humanidad y la divinidad de la imagen, el hombre y el Dios inaccesible. Lo que
hará del poema de Unamuno una “conmovedora plegaria, exaltada y
330 Ibidem, vv. 145-146, p. 843.
331 «El Cristo de San Juan de Barbalos», OCV, XI, pp. 598-602.
332 «En Palencia», 1921, OCV, I, p. 825.
333 V. García de la Concha, «Introducción» a la edición de El Cristo de Velázquez publicada en
Madrid, Espasa-Calpe, 1987, p. 17.
334 R. Paoli, La poesia di Unamuno, Firenze, Vallecchi, 1967, pp. 70-71.
272