miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

sólo desde las malebolge de la desesperación podremos subir a ver de nuevo las
estrellas.
La Religión y la Ciencia siempre han influido la una en la otra, mezclándose y
fundiéndose. Muchas cosas que parecen religión no son otra cosa que teología, es
decir, ciencia aplicada a la religión; y muchas cosas que parecen ciencia, no son
nada más que religión disfrazada. Con gran precisión Ritschl dijo que la oposición
entre ciencia materialista y religión cristiana está en realidad entre el instinto de la
religión natural (pagana) unido a la observación científica de la naturaleza y la
solidez de la concepción cristiana del universo, que asegura el espíritu una
supremacía sobre la naturaleza. Todo lo que se refiere a causas y porqués, es
estrictamente científico y responde a la necesidad de la inteligencia, de la lógica;
y todo lo que se refiere a los fines, es estrechamente religioso y responde a las
necesidades de un sentimiento de esperanza, de la lógica del corazón. Pero sin la
intuición de los fines no podemos comprender las causas, y las investigamos con
una finalidad, ni podemos tener intuición de los fines sin comprender sus causas,
en consecuencia lo etiológico y lo teleológico son aspectos inseparables, e
inseparable es lo religioso de lo científico. De este modo tenemos unida la ciencia
a la religión y la religión a la ciencia. Ha habido un período durante el cual el
hecho científico o pseudo-científico ha dominado, y nos quisieron hacer creer que
la investigación de las causas habría solucionado el problema del corazón, o mejor
que problema, el anhelo de los fines. Este período de vulgaridad de sentimientos
se ha cerrado dignamente con obras tan ridículas y tan grotescas como Enigmas
del universo de Ernesto Haeckel, monumento a la vacuidad pseudo-científica y a
la incapacidad de oír las inquietudes religiosas.
Todas estas conciencias que nos aseguran estar satisfechas con ridículos
sustitutivos de la inmortalidad del alma personal, nos dan realmente pena. Me
ocurre con ellos lo que le ocurrió a Pascal, o sea, su aparente serenidad me irrita
como me irritaría la serenidad de un buey del que se me dijera que tiene alma
humana. Me producen el efecto de aquellos sordos de nacimiento, a veces
inteligentes e ilustres, que hablan con tolerante desdén de la música juzgándola a
través de cálculos geométricos hechos sobre las curvas que la vibración de los
sonidos imprime a este o aquel aparato acústico. No se puede tratar de religión
más que religiosamente, aunque se aplique a ella la ciencia.
De la misma forma resultan insoportables todos los que aplican a la ciencia un
578