miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

es lo mismo que tonto.
Me supongo, a un lector que en un momento cualquiera de esta mi divagación
me interrumpe para decirme: pero si tú, como parece desprenderse de algún pasaje
de este escrito y de otros pasajes de otros escritos tuyos, supones que la conducta
no se rige por principios abstractos o nociones filosóficas, ¿a qué te nos vienes
con estas disertaciones de psicología abstracta, si ellas no han de hacer que se
vuelvan inteligentes los tontos ni buenos las malos?
Y yo le digo que, en primer lugar, puede y suele escribirse sin buscar un fin de
aplicación ética, buscando la verdad por la verdad misma, sean cuales fueren sus
consecuencias, y que esto es lo propio de la especulación filosófica. Sólo a los
brutos mentales se les ocurre argüir contra la verdad de un principio metafísico
por las funestas consecuencias prácticas, que en el orden moral le supongan – no
suele pasar de suposiciones – como si fuese un axioma, ni mucho menos, que lo
verdadero haya de ser bueno. Lo propio de la brutalidad mental suele ser
construirse, bien o mal, el mundo teórico en vista del mundo práctico, o inventar
principios filosóficos para asentar sobre ellos preceptos morales que les
precedieron, aunque ni asienten bien ni mucho menos.
Y, por otra parte, aun creyendo que los principios de doctrina que un hombre
profese no son los que determinan y fijan su conducta, puede uno muy bien creer
de eficacia práctica el combatir esos principios, que guardan relación con la
conducta, aunque no sea la de causa a efecto.
Es indudable que los movimientos de la aguja del manómetro tienen relación
con las variaciones de presión de la caldera de vapor, lo mismo que la subida o
bajada de la columna termométrica la tiene con las variaciones de temperatura del
ambiente, y sin embargo a nadie que esté en su sano juicio se le ocurrirá sostener
que son los movimientos de la aguja del manómetro los que determinan la presión
del vapor de la caldera, o las subidas o bajadas de la columna termométrica las
que producen los cambios de temperatura del ambiente. Y algo por el estilo,
aunque en una relación diferente, parece suceder entre las variaciones de conducta
de un individuo y sus variaciones de doctrinas.
Sentimos todos la necesidad de justificar y explicar nuestra conducta ante
nosotros y ante los demás, y no descansamos hasta hallar la que creemos razón
suficiente de nuestro modo de obrar. Aunque ignoremos por qué vomitamos el
aceite que se nos hace tragar, no nos importa gran cosa esa ignorancia; pero no
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