miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

Sin embargo, el límite que nos pusimos al citar sólo determinados textos no es
casual, ya que éstos son, sustancialmente, los que más de cerca se detienen sobre
algunas figuras españolas, bien laicas bien clericales, en el intento de insertarlas
en el movimiento. Entre los intelectuales seculares, en resumida cuentas, se
consideran a: Unamuno, Antonio Machado, Baroja, Jiménez, Azorín, Trigo,
Maeztu y Darío. Apenas merecen mención los casos de Maragall, Zulueta,
Benavente, Palacio Valdés y Pardo Bazán.
Por lo que respecta, en cambio, a los intelectuales eclesiásticos, es necesaria
una breve premisa. La escasa atención dedicada por la crítica literaria y la
historiografía a la presencia del modernismo religioso en España es ya en sí un
dato paradigmático. De hecho, el único que con cierta puntualidad intentó abarcar
el tema de la existencia de una actitud por lo menos reformista dentro de la Iglesia
católica española fue Alfonso Botti. El crítico italiano individualiza en su texto La
Spagna e la crisi modernista algunas figuras españolas que participan de
semejante próposito de innovación eclesiástica, aunque no pasaron a la historia
por el alcance del debate que emprendieron, y que apenas si suenan para una gran
parte del público español. Concretamente son tres las órdenes religiosas que
producen figuras dignas de atención: dominicos, agustinos y franciscanos. A la
primera pertenecen Juan González Arintero, Matías García y Alonso Getino; a la
segunda Pedro Martínez y Vélez y Graciano Martínez; a la tercera Miquel
d'Esplugues y Rupert M a . Manresa. Una mención aparte merece el sacerdote,
teólogo y profesor del Seminario Central de Santiago de Compostela Ángel Amor
Ruibal en cuanto a su figura sólo se le dedican pocas páginas a pesar de la fuerte
carga de sus teorías de inconformismo católico. Lo mismo dígase por lo que
concierne Marín Sola, aún más ignorado por la crítica. En lo que se refiere a
Ferrándiz y Pey Ordeix, Botti ya ha explicado exhaustivamente, en su trabajo de
1987, que se trataba más bien de casos de anticlericalismo. Mientras que aún
menos interesantes desde la perspectiva modernista resultan las figuras de
Maximiliano Arboleya Martínez y Juan Zaragüeta, cuyas menciones no merecen
demasiadas palabras.
Ahora será preciso brindar al lector del presente trabajo una visión, sin duda
parcial y sintética, del tema del modernismo religioso español para que se
comprendan las razones que llevaron a la crítica a detectar síntomas de
modernismo religioso en representates de la cultura laica y eclesiástica.
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