miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

variedad de su carácter y la complejidad del marco cultural en el que se insertan
sus meditaciones, impidan una reducción simplista de su pensamiento y
evidencien, una vez más, la imposibilidad de encasillarle.
La modernidad fue también identificada con el crecimiento demográfico y la
urbanización; incluso en este sentido, el planteamiento de Unamuno no es menos
problemático. Su oposición al homus urbanus y a la idea de metrópolis es
evidente en un ensayo como «Ciudad y campo» de 1902. Entre las grandes
ciudades, Madrid es su punto de referencia, “por ser la única en que he vivido
algún tiempo” 46 . La capital española, que a su primera llegada en 1880 le produjo
una impresión de tristeza y melancolía, resulta a sus jóvenes ojos como un
cementerio para las individualidades, artífice de intelectualismo y cerebralismo,
productora de una literatura incolora, y sus cafés son el “principal centro
productor de ramplonerías en España” 47 . “De aquí que la superficialidad sea un
padecimiento urbano” 48 . Pero en 1932 Unamuno, desde su perspectiva de diputado
de la República, ha de volver a residir en Madrid y ahora ese sentimiento de
ajenidad que le produjo la urbanización de la capital se trueca en “un hálito de
alegría contenida y dulce, de contento de vivir mocedad. Y un aire de bienestar
que no se sentía antaño” 49 .
Otro problema unido a una mera definición del término es el que concierne a la
supuesta crisis de la modernidad. Si por modernidad no se entiende una
conciencia de crisis, inquietud y voluntad de rebeldía o revolución, de las que don
Miguel participa en pleno, sino gestación de una novedad acumulada durante el
tiempo y que no se conforma ni a la revolución ni a la ruptura con épocas
precedentes, como parece entenderla Ortega y Gasset al plantear su idea de
“derecho a la continuidad” 50 , la figura de Unamuno hallaría alguna dificultad más
para poderse considerar integrante de ella. Porque a través del derecho a la
continuidad se explica el desarrollo de los medios de comunicación y de
producción que determinan la imposición de un producto industrial de amplia
difusión, adecuado a las exigencias de la masificación social, y que establecen un
46 «Ciudad y campo», 1902, OCV, III, p. 534.
47 Ibidem, p. 539.
48 Ibidem.
49 «Junto al arroyo», 1932, OCV, I, p. 980.
50 Cfr. J. Ortega y Gasset, La rebelión de las masas, Madrid, Revista de Occidente, 1930, hoy en
Obras Completas, cit., IV, p. 136.
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