miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

espiritual del poeta en distintas etapas biográficas, acorde con su misma
confesión:
“Al final de mi primera época, hacia mis 28 años, dios se me apareció como una mutua entrega
sensitiva; al final de la segunda, cuando yo tenía unos 40 años, pasó dios por mí como un
fenómeno intelectual, con acento de conquista mutua; ahora que entro en lo penúltimo de mi
destinada época tercera, que supone las otras dos, se me ha atesorado dios como un hallazgo, como
una realidad de lo verdaderamente suficiente y justo. Si en la primera época fue éstasis [sic] de
amor, y en la segunda avidez de eternidad, en esta tercera es necesidad de conciencia interior y
ambiente en lo limitado de nuestra morada de hombre” 195 .
Inicialmente, la producción de Juan Ramón Jiménez no ofrece recursos
significativos desde la perspectiva del modernismo religioso, ya que le domina
una profunda fe en el Dios “que le predicaban en el colegio San Luis Gonzaga los
jesuitas del Puerto de Santa María” 196 . No obstante, Cózar Castañar brinda un
listado de versos y expresiones juanramonianas en los que aparece la devoción a
la Virgen y al Señor conforme a la enseñanza tradicional. Luego se produce en él
una evolución espiritual que es, en cambio, mucho más interesante. Tras la muerte
de su padre cuando él tenía diecisiete años, Juan Ramón estuvo en tratamiento con
el doctor Simarro que llegó a ser una figura de referencia y con el que vivió desde
1903 hasta 1905. Aquí conoció el pensamiento de Loisy, cuya influencia religiosa
demostrará en su producción posterior. Sin embargo, la creación por parte del
poeta de un Dios íntimo, propio, es decir, inmanente, no es suficiente para afirmar
que a través de ella el poeta “se asimila al grupo de esos teólogos que condena la
encíclica” 197 . Sólo a través de un conocimiento parcial y superficial del
movimiento en cuestión, puede llegarse a semejante conclusión; conocimiento
parcial y superficial que muestra Cózar Castañar por sus atrevidas afirmaciones,
viciadas por el afán de demostrar la existencia de un movimiento teológico y
filosófico en España cuya carencia, por el contrario, siempre padeció, y por
confundir los nombres de dos insignes representantes del movimiento como
Semeria y von Hügel, a los que en una misma línea llama respectivamente
“Sameria” y “Von Hüguel” 198 .
195 J. R. Jiménez, Animal de fondo, 1948, en Dios deseado y deseante, 1949, edición de R.
Bejarano y J. Llansó, Madrid, Akal, 2008, p. 1053.
196 J. Cózar Castañar, cit., p. 202.
197 Ibidem, p. 222.
198 Ibidem, p. 225.
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