miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

agónico agnosticismo “aquí y allá se desgarra para mostrar una realidad más
auténtica y profunda” 3 . Y esa realidad o creencia sería, siempre a su parecer, la
cristiano católica, “mantenida y enriquecida a lo largo de su vida entera por sus
constantes lecturas” 4 .
Lo que se puede decir acerca de la interpretación de Julían Marías, aun
reconociendo el acierto de una tan temprana exégesis, es: primero, la falta de fe,
de auténtica religiosidad y de confianza en las verdades cristianas que le atribuye 5 ,
no encaja con el Unamuno que vive “en el ámbito espiritual del catolicismo” 6 ,
aunque consideró tal creencia como implícita; segundo, la presencia que el crítico
advierte, por debajo de todas las ideas y las dudas de Unamuno, de “un Dios que
es el cristiano, uno y trino, con sus tres personas, con la maternidad virginal de
María, con todo el contenido de la liturgia católica” 7 no se ajusta al definitivo
rechazo del vasco, respecto a su infancia católica, del misterio de la Trinidad que
resultaría, por su boca, una invención de la humanidad que, al imaginarse Dios-
Padre como figura antropomórfica, tuvo que dotarle de una “familia”, el Hijo y el
Espíritu Santo, la Madre y el Niño 8 ; tercero, como ya agudamente notó José María
Sánchez Ruiz, la inquietud de Unamuno es dinámica, vital, no renuncia de algún
modo a la vida y, además, no es meramente intelectual; por eso no podía ser
penúltima o ficticia, “esta agonía proviene del ataque incesante de la vida a las
afirmaciones de la razón y de la lógica y es algo ineludible, irrefrenable” 9 .
3 Ibidem, p. 217.
4 Ibidem, p. 226.
5 Ibidem, p. 217.
6 Ibidem, p. 227.
7 Ibidem, p. 226.
8 Así se expresa Unamuno con respecto a la Trinidad y al culto de la Virgen: “Carece ese Dios de
riqueza interior; no es sociedad en sí mismo. Y a esto obvió la revelación vital con la creencia en
la Trinidad que hace de Dios una sociedad, y hasta una familia en sí, y no ya un puro individuo
[…] Fue el sentir a Dios como al Padre lo que trajo consigo la fe en la Trinidad. Porque un Dios
Padre no puede ser un Dios soltero, esto es, solitario. Un padre es siempre padre de familia. Y al
sentir a Dios como Padre, ha sido una perenne sugestión a concebirlo, no ya antropomórficamente,
es decir, como a hombre – ánthropos –, sino andromórficamente, como a varón – anér –. A Dios
Padre, en efecto, concíbelo la imaginación popular cristiana como a un varón [...] Y de aquí, para
completar con la imaginación la necesidad sentimental de un dios hombre perfecto, esto es,
familia, el culto al Dios Madre, a la Virgen María, y el culto al niño Jesús. El culto a la Virgen, en
efecto, la mariolatría, que ha ido poco a poco elevando en dignidad lo divino de la Virgen, hasta
casi deificarla, no responde sino a la necesidad sentimental de que Dios sea hombre perfecto, de
que entre la feminidad en Dios. Desde la expresión de Madre de Dios, ϴϴϴϴεότοκ ος, deípara, ha sido
la piedad católica exaltando a la Virgen María hasta declararla corredentora y proclamar
dogmática su concepción sin mancha de pecado original, lo que la pone ya entre la Humanidad y
la Divinidad y más cerca de esta que de aquella”. STV, OCV, XVI, pp. 298-299.
9 J. M. Sánchez Ruiz, Razón, mito y tragedia. Ensayo sobre la filosofía de don Miguel de
Unamuno, Zürich, Pas-Verlag, 1964, nota n. 2, p. 306.
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