miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

existencia de Dios es efecto de su propia inmortalidad” 166 ; por lo cual el hambre
de inmortalidad equivale a un empeño de ser, de ser-se como conciencia, de ser-
lo todo, no en un deseo egoísta, sino en la intuición de la propia sustancialidad.
“Lo único de veras real es lo que se siente, sufre, compadece, ama y anhela, es la
conciencia; lo único sustancial es la conciencia” 167 afirma don Miguel en Del
sentimiento trágico; real es, pues, lo que sirve a la vida y que de este mismo
servicio saca su propia sustancialidad, acorde con la afirmación spinoziana según
la cual el ser es tal en su esfuerzo de persistencia. El tema de fondo de la
ontología unamuniana es, pues, la plenitud del ser:
“Y el secreto de la vida humana, el general, el secreto raíz de que todos los demás brotan, es el
ansia de más vida, es el furioso e insaciable anhelo de ser todo lo demás sin dejar de ser nosotros
mismos, de adueñarnos del universo entero sin que el universo se adueñe de nosotros y nos asorba;
es el deseo de ser otro sin dejar de ser yo, y seguir siendo yo siendo a la vez otro; es, en una
palabra, el apetito de divinidad, el hambre de Dios” 168 .
La conciencia va dilatándose para acabar coincidiendo con el todo y evitar el
límite de la caducidad: “¡Ser siempre! ¡Ser Dios!” 169 . Frente a la disolución
implícita en la ¡Vanidad de vanidades y todo vanidad!, asoma el espíritu volitivo
de ¡Plenitud de plenitudes y todo plenitud!. La razón no puede hacer menos que
reconocer su derrota frente a la problemática de la supervivencia; por eso entra en
juego el espíritu creador de la conciencia que quiere que Dios exista y que se crea
en nosotros. Sin embargo, la fe unamuniana no se reduce a un querer creer, sino
que es “algo compuesto, en que entra un elemento conocitivo, lógico o racional
juntamente con uno afectivo, biótico o sentimental” 170 ; exactamente aquí
desaparece el dualismo kantiano.
El Cristianismo es una religión revelada y, por consiguiente, inasequible a la
razón. Sin embargo, aceptar la Revelación como dogma no significa por el
creyente conformarse exclusivamente con su propia voluntad hasta confiar
ciegamente en verdades intangibles. El concepto de Revelación implica una fe
razonable en la medida en que el creyente, antes de aceptar cualquier tipo de
verdad, posee motivos razonables para asentarse en ella. En eso consisten los
166 J. M. Serrano Ramírez, cit., p. 163.
167 STV, OCV, XVI, p. 282.
168 «El secreto de la vida», 1906, OCV, III, p. 1041
169 STV, OCV, XVI, p. 167.
170 Ibidem, p. 314.
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