miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

tu austera soledad bendita sea” 321 .
La imagen de un Cristo agónico alcanzará una mejor realización a lo largo de
la evolución de su cristología poética. Sin embargo el Cristo de Cabrera conmovió
al poeta por su condición solitaria, parecida a la de el Cristo de las Batallas, “que
no goza de devoción popular” 322 , y totalmente opuesta a la del Cristo de
Velázquez inmerso en la habitual multitud de visitadores.
Una parecida impresión de tristeza y abandono produce en el alma del poeta el
Cristo de su «Junto a la vieja colegiata» de 1910. Es un Cristo lívido, solitario,
cautivo de su mismo cuerpo humano,
“Solitario en oscuro rincón Cristo lívido” 323 ,
“en la cárcel de carne, con tortura mística
a la muerte esperándole” 324 ,
tan humano que, en su soledad entre golondrinas y cigüeñas, llega hasta a
aburrirse:
“Y el Cristo solitario, preso en aquel lúgubre
interior aburriéndose” 325 .
En 1913 ve luz su «El Cristo yacente de Santa Clara», donde Unamuno
consigue quitar todo rasgo divino a la imagen de Cristo crucificado. Se trata del
Cristo de la Iglesia de la Cruz de Palencia. Lo humaniza y se dirige a Él como a
un Cristo-hombre, pero un hombre fracasado que no espera nada más que la
muerte:
“Este Cristo, inmortal como la muerte,
321 Ibidem, vv. 1-8, p. 236.
322 «El Cristo de las batallas», 1922, en D. Nuñez y P. Ribas, Unamuno. Política y filosofía.
Artículos recuperados (1886-1924), Madrid, Fundación Banco Exterior, 1992, pp. 121-123, cit. p.
122.
323 «Junto a la vieja colegiata», OCV, XIII, v. 5, p. 844.
324 Ibidem, vv. 16-17, p. 844.
325 Ibidem, vv. 40-41, pp. 845.
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