miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

Hablando de estas cosas con un amigo, me citaba el caso de un conocido de
ambos, de él y mío, que siendo un majadero está haciendo siempre ostentación de
su saber y de la profundidad de su inteligencia, y me decía mi amigo que el tal lo
cree. Y yo hube de replicarle que lo dudo mucho, y que más bien creo que, lejos
de creerse él, como da a entender, que es un profundo pensador, está persuadido
de cuál es la opinión que a su respecto abrigan los que le tratan, y se defiende con
medios de naturalísima defensa. Y al citarle yo a mi amigo, en corroboración de
esto, una porción de evidentes mentiras que para darse importancia forja el tal
sujeto, me contestó: es que se las cree. Y al punto hube de protestar, como protesto
siempre, de esa especie tan difundida de que haya embusteros que crean los
embustes que fraguan.
El buscar hacer creer a los demás que se es un hombre de profunda inteligencia
y hondo saber, es un medio de legítima defensa. Tan legítima como lo es el de que
se vale el lagarto australiano conocido entre los naturalistas con el nombre de
moloch horridus. El cual es un animalillo inofensivo que, hostigado, toma las
apariencias de un espantable animal dañino, fenómeno de eso que se llama
mimetismo, y que es corriente en el reino animal. Porque hay, en efecto, animales
que se defienden haciéndose pasar por otros y aparentando una ferocidad de que
carecen. Casos parecidos a los de aquellas moscas que, aunque desprovistas del
aguijón ponzoñoso de las avispas, han tomado la forma de éstas para hacer creer
que le tienen, o por parecerse a ellas e infundir esa creencia han logrado subsistir
y perpetuarse.
Pero ¿hemos de creer que el moloch horridus humano que infunde pavor a sus
enemigos merced a su espantable facha se engaña él mismo y se cree feroz? Yo no
lo creo. El pobrecito lagarto australiano debe de conocer su flaqueza y la cara que
lleva debajo de la máscara, lo mismo que su colega en mimetismo el
chlamydosaurus kingi al poner en erección su gola y abrir fieramente la boca
tomando una actitud amedrentadora, está el pobrecillo temblando de miedo. Es el
miedo el que le hace amedrentar. Y así también es la tontería la que les hace a
muchos aparentar talento; de donde resulta que no es la tontería tan tonta como
parece, o que, por lo menos, no carece de cierto instinto.
Claro está que esto de un tonto que se presenta como hombre de profundo
entendimiento, sin lograr engañar a nadie, es caso muy distinto de los casos de los
llamados simuladores del talento. La llamada simulación del talento es un puro
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