miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

León Ollé-Laprune, a las aspiraciones espontáneas del contenido esencial del
catolicismo de Tyrrell, a la crítica del extrinsecismo de Blondel, a la apologética
fundada en la inmanencia de Laberthonnière y Le Roy, a la renuncia a la
propedéutica teológica de Schell y de muchos otros pensadores religiosos de la
época, más que al concepto de congoja de cuño kierkegaardiano que admite,
según Unamuno, dos fuerzas contrarias que se sustentan recíprocamente sin que
una pueda prescindir de la otra. La fe de Unamuno, aun reconociendo la
procedencia de la Revelación del sentimiento, anhela una lucha perpetua entre fe y
razón, sentimiento e inteligencia, corazón y cerebro, conciencia y apariencia, sin
que una triunfe sobre la otra; es una lucha que permite al individuo no caer en el
abismo de la nada, un temor y temblor al estilo kierkegaardiano que desata aquella
congoja necesaria para el conocimiento sustancial de las cosas; es un “ahogo
espiritual”, una angustia que abre la puerta de la verdad: “Sufre” dice Unamuno
“para que creas y creyendo vivas” 223 . De esa forma se engendra una guerra íntima
dentro sí mismo para que llegue a creer de verdad; pero el entendimiento del
vasco no concibe aquel sosiego meditativo de la metafísica clásica, ni aquel deseo
de conocimiento de lo divino para llegar a un fin. Por lo cual se lanzará contra
quienes solían predicar la paz espíritual y levanta un grito de guerra perenne desde
el principio de La agonía del cristianismo:
“La agonía es, pues, lucha. Y el Cristo vino a traernos agonía, lucha y no paz […] «¿Y la paz?», se
nos dirá. Porque se puede producir otros tantos pasajes y aun más explícitos, en que se nos habla
de paz en el Evangelio. Pero es que esa paz se da en la guerra y la guerra se da en la paz. Y esto es
la agonía” 224 .
En el mismo texto, Unamuno dedica algunas reflexiones a Blas Pascal,
interpretando las elucubraciones religosas del teólogo y filósofo francés justo en
clave de una existencia en lucha entre las dos facultades del conocimiento.
Algunos ensayos posteriores a 1900 – el año paradigmático para la evolución de
sus sentir religioso – acentuarán aun más ese tipo de antagonismo que nunca ha de
disolverse para seguir creyendo, como en «Cientificismo» de 1907 o
«Escepticismo fanático» de 1908 225 . Se deduce, pues, el planteamiento dicotómico
de Unamuno que avanza por oposiciones: “Mi ciencia es antirreligiosa, mi
223 VQS, OCV, IV, p. 314.
224 AC, OCV, XVI, p. 467.
225 OCV, IV, pp. 521-536
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