miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

antipatías, sus pasiones más mezquinas.
Un conocido mío, persona que ejerce un cargo técnico, hombre de muy buena y
muy bien cultivada inteligencia, pero que desgraciadamente la tiene perturbada, se
quejaba un día a un amigo mío de que se le quisiera declarar loco. Y como mi
amigo, que aunque muy inteligente se suele pasar de cándido con frecuencia, le
dijera que el estar loco podrá ser una desgracia, pero no es un delito ni cosa que se
le parezca, el supuesto loco se exaltó de mala manera y empezó a exponer todos
los perjuicios que se le irrogaban de que se le declarase loco. Una vez hecha esta
declaración, podía llegar hasta perder su empleo.
He aquí enfilada la cuestión por el aspecto más práctico, por el más vivo. Para
la lucha por la vida es la inteligencia arma más adecuada que la bondad, y las
gentes saben muy bien que los pillos listos prosperan más que los buenos tontos.
Y de aquí que aun cuando en teoría y en abstracto se ponga la bondad por encima
de la inteligencia, en la práctica y en concreto, ¡tan flacos somos!, se da a la
inteligencia la primacía sobre la bondad.
Lo comprueba la forma de despectiva compasión o de compasiva despección
con que se habla de los buenos poco inteligentes. «Sí, es muy bueno el
pobrecillo», «¡es un bendito de Dios!», «es un santo varón»... ¿Quién no se ha
fijado en el tono con que se profieren estas frases?
Lo que hay en el fondo de esta antinomia o contradicción aparente, de esta
duplicidad de juicio según que se trate de juzgar en abstracto o en concreto, es que
tenemos una doble moral, o sea dos morales, una para nosotros mismos y otra
para los prójimos. Lo de «no hagas a otro lo que para ti no quieras» lo traducimos
por «no me hagas lo que no quieres que yo te haga». En el fondo de nuestro
corazón, tejido de contradicciones, nos decimos: yo seré para contigo listo; sé para
conmigo bueno.
Sucede, por una parte, que queremos a los demás buenos para con nosotros,
aunque sean tontos; mas, por otra parte, la experiencia nos enseña que un tonto
bueno queriendo hacernos bien nos molesta y perjudica, y un listo malo al
pretender hacernos daño nos hace bien. Y en resolución, a un hombre
medianamente inteligente le es más fácil defenderse de las malicias de un listo que
no de las tonterías de un bueno. Un hombre listo tiene un plan de conducta, una
intención, un propósito más o menos velado, y no es difícil descubrirle ese plan,
esa intención o ese propósito y ponerse en guardia; mas en tratándose de un tonto,
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