miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

por bueno que él parezca – y, como diré luego, cabe la duda de si los tontos
pueden ser realmente buenos – , no sabe uno nunca a qué atenerse y está con ellos
vendido. Porque el tonto, por bueno que parezca, es casi siempre instrumento de
una tercera parte, y no siempre de la misma, y al tonto, por consiguiente, le falta
consecuencia.
Todo esto de un lado, y de otro el hecho de que el hombre tiene momentos de
elevación de juicio, hace que no sea tan absoluto, ni mucho menos, lo de que
deseemos que los demás sean buenos tontos antes que malos listos. Y sobre todo,
la mayor parte de las veces no tenemos que juzgar de la conducta del prójimo para
con nosotros mismos, sino para con otros prójimos, y en este caso solemos
ponernos, como en el caso propio, de parte del inteligente, o que creemos lo es, y
en contra del que estimamos tonto. Y digo como el caso propio, porque a un
hombre le es más fácil persuadirse de que es malo que no de que es tonto. Estoy
harto de encontrarme con personas que confiesan sus perversiones morales y se
declaran, en una u otra forma, malos, pero apenas he encontrado quien se confiese
tonto; y si alguno lo hace, es de tal modo y en tales circunstancias, que no hay
manera de creerle. Y sin embargo, estoy convencido de que es mucho más
frecuente de lo que parece el caso de un hombre que se siente un majadero,
aunque ni a sí mismo se atreva a confesárselo, o por lo menos que comprenda que
sus prójimos le tienen por tal majadero. Y todo esto va resultando, como no puede
menos de ser, un tejido de contradicciones aparentes. Y digo aparentes, porque de
cada cien veces que se acusa a un escritor de contradictorio consigo mismo, en las
noventa y nueve la contradicción está en el que así le acusa y no en el acusado. A
los tales acusadores les vendría bien darse un baño de hegelianismo, si es que son
capaces de ello.
Digo, pues, que creo es más frecuente de lo que parece el caso de un hombre
que se conozca, o que conozca lo que de él se juzga. A pesar de ser un lugar
común lo de que nada hay más difícil que cumplir con el precepto délfico de
«conócete a ti mismo», estimo que son muchos, muchísimos, los que a solas
consigo mismos se conocen. Y aun creo más, y lo he dicho antes de ahora: y es
que cuando el hombre, a solas, en el silencio, se encara consigo mismo en el
espejo de su propia conciencia, propende a rebajarse y a estimarse en menos de su
valor real. Si ciertas acusaciones les duelen tanto a ciertas personas, es porque
antes que nadie se las hiciese se las han hecho ellas a sí mismas.
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