miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

con fines documentales y para adquirir un mayor conocimiento sobre la tan
debatida cuestión de la posibilidad de concebir a la Iglesia, en su forma externa o
íntima, como una institución en desarrollo, así que el tema del progreso se reduce
muy a menudo a una especie de enriquecimiento del alma humana para su proceso
de deificación y para satisfacer aquel anhelo de identificarse con Dios que
consumía al mismo autor. La evolución de la Iglesia católica se limita, en
Arintero, a las componentes históricas y espirituales, dentro de las cuales se
impone una continuidad e interacción permanente con todo lo anterior; de ahí que
a lo largo de su historia la Iglesia católica siguió asimilando novedades sin romper
con la tradición, en un planteamiento que cotrarrestaba el modernismo religioso
sobre todo al oponer al término “transformación”, en el sentido de ruptura con la
tradición acorde con la mentalidad modernista, el término “evolución”, en el
sentido de desplegamiento de virtudes. No aparece, en otras palabras, un evidente
sentido de evolución dogmática sobre la que, por el contrario, insistieron los
modernistas. En Evolución mística, por ejemplo, permanecen íntegros los dogmas
de la Eucaristía, de la Inmaculada Concepción y del Espíritu Santo 37 ; en
Evolución doctrinal aparece explícita la adversión a la evolución dogmática
entendida a la manera de un Le Roy o de un Tyrrell. De hecho, en la dogmática
Arinteriana permanece intacto el católico misterio de la fe y aparecen tan lejanas
las teorías evolucionistas del modernismo religioso. El dogma, aclara el p.
Arintero,
“no es una simple prescripción práctica como supone Le Roy, ni menos una impresión vaga e
incomunicable, según pretendía Tyrrell; sino que es, conforme queda dicho, un misterio de vida
eterna que nos ha sido revelado, un principio de vida sobrenatural o una ley biológico-cristiana
que, formulados modo humano, reclaman, justifican y determinan tales y cuales prescripciones
prácticas; no es en sí una pura ley moral, sino algo todavía más íntimo en que se fundan las
mismas leyes morales” 38 .
Por todas estas razones, se justifica el tono de Alfonso Botti que reconoce la
moderada aceptación del evolucionismo del P. Arintero, en línea con el
planteamiento del cardenal Zeferino González 39 , mientras que parece, a nuestro
jucio, demasiado excesiva, rotunda y definitva la opinión de Abellán, según la
37 Cfr. J. González Arintero, Evolución mística, cit., p. 82 y p. 202.
38 J. González Arintero, Evolución doctrinal, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1975, p.
516.
39 Cfr. A. Botti, La Spagna e la crisi modernista, cit., pp. 49-50.
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