miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

inteligencia (nous). Después de sostener el carácter incompleto de estos dos tipos
de bien considerados separadamente, reivindica la supremacía de la inteligencia,
afirmando que la razón de ser de la bondad se halla justo en la inteligencia. Para
Aristoteles, el bien y el mal no son dos principios distintos, sino dos accidentes
que no pueden hallarse en una misma sustancia: cada cosa puede ser buena y
mala, pero no simultáneamente. Bien y mal son objetos de aquella voluntad que
sólo afecta a los seres dotados de la facultad de elegir y, por lo tanto, el hombre
puede elegir deliberadamente el mal. El mal, explica el Estagirita en la Ética a
Nicómaco, depende, en cuanto acto voluntario, del intelecto práctico, que
persuade al hombre malvado de que el mal sea bien. Plotino, en cambio, identifica
el mal y el bien no como entidades opuestas, sino como dos principios
independientes en relación con la materia: el mal se define como privación de lo
que propiamente es, como no-ser; el bien como ser. La tesis de la identificación
del bien con el ser y del mal con el no-ser hallará su acogida en los pensadores
cristianos de la edad tardo antigua y de la edad media. Durante la primera, San
Agustín rechazará la identificación plotiniana entre materia y mal, aun
reconociendo en el mal la voluntad humana de renunciar a un bien superior y
llegar a una privación del bien que coincide con el no-ser. Análogamente, Santo
Tomás de Aquino, durante la segunda, concibe el mal como privación del bien,
por ejemplo: el error es privación de la verdad, la fealdad es privación de la
belleza; ambos principios del mal no existirían si no existieran los dos parámetros
del bien. De ahí que el problema del bien, del mal, del conocimiento y del
intelecto llegue a la filosofía moderna con una buena dosis de relativismo. Desde
Hobbes hasta Spinoza se tiende a eliminar la justificación ontológica del bien y a
conferir a los términos bueno y malo un sentido relativo en relación con los
objetos o personas de referencia. Será Kant el que introduzca una profunda
novedad y rompa definitivamente con el pensamiento moral tradicional. En la
ética se solía sostener que la ley moral determina el bien (la felicidad, el amor, lo
útil, el placer); para Kant, en cambio, es el bien el que determina la ley moral. La
voluntad moral no puede establecerse según la materia, es decir, no puede basarse
sobre un interés, un placer o un deseo, sino según la forma de la ley. En el primer
caso, los principios prácticos serán meramente subjetivos y empíricos; en el caso
del formalismo, los principios serán universales y adecuados a todo ser racional.
La supremacía de la ley formal determina la ruptura con los sistemas morales del
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