miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

“Al enviar Galileo al Gran Duque de Toscana su escrito sobre la movilidad de la tierra, le decía
que conviene obedecer y creer a las determinaciones de los superiores, y que reputaba aquel
escrito «como una poesía o bien un ensueño, y por tal recíbalo Vuestra Alteza». Y otras veces le
llama «quimera» y «capricho matemático». Y así yo en estos ensayos, por temor también – ¿por
qué no confesarlo? –, a la Inquisición, pero a la de hoy, a la científica, presento como poesía,
ensueño, quimera o capricho místico lo que más de dentro me brota. Y digo con Galileo: Eppur si
muove!” 282 .
Eppur si muove! gritaba a la pedantería especializada en todo ámbito de la
sabiduría; Eppur si muove! gritaba a todos los filósofos, teólogos o intelectuales
que expresaban sus ideas no según lo que percibía su propio sentimiento, sino
conformándose con el gusto dominante de la sociedad contemporánea.
Como el Matematico Sopraordinario, Unamuno también da principio a una
batalla contra el dogmatismo de una cultura que perennemente se adhiere a la
autoridad de la tradición. Él propone nuevos criterios de verdad y conocimiento
que se oponen a la pereza mental de la clase intelectual española. Polemiza con
todos esos sabios petulantes que, vistiéndose de hábitos aristotélicos, en lugar de
expresar sus libres ideas sobre la base de su propia experiencia, no hacían nada
más que adoptar axiomas vanos en cuanto carentes de motivaciones de fondo.
Don Miguel se lanzará, pues, contra todos los que, para justificar sus creencias,
invocaban la autoridad del pasado exclamando Ipse dixit.
Los modernistas consideraban necesario someter a las Sagradas Escrituras a
una nueva exégesis que estuviera conforme con las exigencias de los tiempos
modernos. Alfred Loisy, en especial, fue el primero en atraer los ataques del
episcopado por el punto de partida de su especulación. Él sostenía que si los
relatos evangélicos habían sido escritos libremente, es decir sin la inspiración
divina, había que interpretarlos con ese mismo criterio y, además, no podían
considerarse como rigurosamente históricos. Por su parte, a Unamuno no le
interesa comprobar, de forma muy similar a la posición modernista, la pureza de
los Evangelios o la exactitud histórica de Jesucristo, en cuanto lo que para él más
cuenta es
282 STV, OCV, XVI, pp. 424-425.
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