miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

pobreza debería ser, como la castidad, una norma de vida eclesiástica 93 .
El cuarto y último mal de la Iglesia, el gozne de toda la historia de Il Santo, es
el espíritu de inmovilidad. Todos los clérigos que hoy están en contra del
catolicismo progresista, habrían hecho crucificar a Jesús de buena fe, en el
nombre de Moisés. Estos hombres son idólatras del pasado, quisieran que toda
cosa fuese inmutable en la Iglesia, hasta el lenguaje pontificio, y siguen
servilmente las tradiciones aún más estúpidas, como la que impide a los
cardenales ir caminando, o visitar personalmente a los pobres. Esta es la principal
causa de burla de los que no creen. Contra el espíritu de inmovilidad del clero, es
menester amparar a todos aquellos religiosos que quieren reformar las tradiciones,
proteger a los católicos progresistas e impedir la censura, la condena o la puesta
en el Índice de sus obras 94 .
Todo ello no aparece mínimamente en San Manuel Bueno, mártir, ya que al fin
y al cabo la postura de don Manuel, como ya se ha evidenciado, es de resignación,
y su resignación procede de su vida comunitaria, consagrada al pueblo y a la
consolación de los fieles, es decir, no se produce en él aquel acceso religioso que
se determina a través de la soledad, como le ocurrió al mismo autor y al caso más
paradigmático de su doble novelístico, Eugenio Rodero, que encontró justo en la
soledad una nueva fe vivificadora 95 . Así se expresa don Manuel a este respecto:
“No es sobre todo porque tenga, como tengo, mi hermana viuda y mis sobrinos a quienes sostener,
que Dios ayuda a sus pobres, sino porque yo no nací para ermitaño, para anacoreta; la soledad me
mataría el alma, y en cuanto a un monasterio, mi monasterio es Valverde de Lucerna. Yo no debo
vivir solo; yo no debo morir solo. Debo vivir para mi pueblo, morir para mi pueblo. ¿Cómo voy a
salvar mi alma si no salvo la de mi pueblo?
– Pero es que ha habido santos ermitaños, solitarios... – le dije.
– Sí, a ellos les dio el Señor la gracia de la soledad que a mí me ha negado, y tengo que
resignarme. Yo no puedo perder a mi pueblo para ganarme el alma” 96 .
Paradójicamente, el anhelo católico-progresista y de unión entre el pueblo y el
poder eclesiástico que aparece en Il Santo se asemeja más a la predicación del
incrédulo Lázaro. Concretamente, en su batalla contra la superstición, que el
93 Ibidem, p. 252.
94 Ibidem, p. 253.
95 “La soledad le produjo un acceso religioso”, Nuevo mundo, edición de L. Robles, Madrid,
Trotta, 1994, p. 48.
96 SMBM, OCV, XVI, p. 594.
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