miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

juego de palabras, pues para simular talento es menester tenerlo, por lo menos es
preciso para que haya muchos que crean en él, y es una frase inventada
probablemente por los que ni lo tienen ni logran simularlo.
No hay que perder de vista, además, que entre las innumerables palabras de un
sentido vago y mal definido – y lo son casi todas las psicológicas, y tanto más
vagas cuanto más se empeñan en definirlas los que las usen –, la palabra «talento»
es una de las más vagas y de las peor definidas. Puede decirse que hay hombres
muy listos con muy poco talento y hombres muy talentudos sin listeza alguna. De
Wordsworth se ha dicho que fue un genio sin talento. Y hay hombres más que
regularmente inteligentes y muy brutos.
La brutalidad mental, confinante con la ramplonería, es una de las cualidades
más características de ciertas inteligencias, capaces, por otra parte, de comprender
cosas que exceden algo de la común comprensión. La brutalidad mental, distintivo
de los dogmáticos vulgares, y que suele confundirse con la convicción y hasta a
las veces con el fanatismo, es ante todo una cualidad moral, es una forma de la
soberbia gratuita o apriorística. Es cosa de inteligencias imaginativas que carecen
del sentimiento del matiz y del sentimiento de la ironía y del humorismo. Los
infelices atacados de esa especie de arterio-esclerosis espiritual ven confusiones y
contradicciones que sólo en su cabeza existen. Suele ser gente dada a la polémica
y que en ésta se despachan con el ridículo procedimiento de las citas, artimaña
abogadesca falta de todo valor serio y positivo. Y con frecuencia añaden aquella
singularísima tontería que reza así: «Fulano, cuyo testimonio no puede ser
sospechoso para nuestros adversarios», como si se tratase de santos padres
declarados doctores de una iglesia, y sucediendo a menudo que toman en serio
una boutade del Fulano citado o que éste, que puede por lo demás ser una
inteligencia eminente, habló de cosa en que no entendía.
Los brutos mentales toman las cosas en bruto, sin análisis, y para ellos se
escribió aquella fórmula tan típica de «la razón y la experiencia nos enseñan de
consuno...», y viene una observación en bruto, tal y como la hacen los pueblos
bárbaros. Los brutos mentales juzgando a simple vista, que es su órgano único de
visión – y suelen jactarse de tenerla buena –, arguyen de visionarios a los que
presentan, sin intento alguno de polémica, datos obtenidos a microscopio o a
telescopio.
Conocida es la salida de aquel que decía: yo no digo que todos los
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