miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

que “en ese momento Azorín, Baroja, Benavente, todos eran modernistas,
todos” 226 .
Una breve alusión a Joan Maragall en relación con el movimiento, se encuentra
también en el ya citado artículo de Botti de 2000; aquí el estudioso italiano, sin
detenerse mucho sobre el asunto por la verdad, no duda en considerar la
pretendida conexión del escritor catalán con el fermento renovador como algo
forzado, problemático y discutible 227 . También aparece otra breve referencia al
supuesto modernismo de Zulueta en el ya citado texto de Jiménez Lozano. El
crítico no se detiene mucho sobre la cuestión, hasta el punto que despacha el
asunto en unas pocas líneas en nota. En todo caso, le considera a un auténtico
modernista español, aunque no puede hacer menos que reconocer que “No
ciertamente en sentido técnico, es decir, envuelto en las discusiones teológicas y
hermenéuticas o históricas y filosóficas del modernismo” 228 . Cabe preguntarse ¿en
qué sentido puede considerar un modernista religioso a un hombre que jamás
tomó en consideración la necesidad de la Iglesia católica?
De hecho falta un sólido apoyo crítico sobre Maragall, Zulueta y Benavente
como para insertar sus propias reflexiones en la trayectoria del movimiento y
permanece la imposibilidad de comprender a qué se referían Jiménez y Laboa
cuando establecieron un lazo entre un movimiento de índole teológica, histórico-
crítica y exegética y un poeta católico, un republicano reformista y un malicioso
comediógrafo de sátira social.
El caso de Armando Palacio Valdés es igualmente desolador, y las pocas
páginas que le dedica Luis de Llera no son nada más que un intento de buscar
temáticas modernistas en cualquier parte. Palacio Valdés, que muy a menudo en
sus novelas intenta conciliar un sentimiento cordial y contemplativo con una
actitud más práctica – ejemplo de ello puede ser su Marta y María –, en cierto
momento de su vida sintió la necesidad de convertirse al cristianismo, pero siguió
manteniendo una postura anticlerical, acatólica y de oposición al vitalismo
irracionalista, como atestigua la correspondencia con Clarín 229 . El único elemento
que destaca, para el general interés de nuestro estudio, se halla en sus cartas
226 J. R. Jiménez, El modernismo. Apuntes de curso, cit., p. 186.
227 A. Botti, «Istanze di riforma religiosa», cit., p. 371.
228 J. Jiménez Lozano, cit., nota 4, p. 126. Es curioso que aquí Jiménez Lozano ponga en boca de
Zulueta algunas palabras de Unamuno contra el modernismo religioso, exactamente las que se leen
en la carta de don Miguel fechada 17 de diciembre de 1907 y dirigida al mismo Zulueta. Éste será
el principal motivo de duda del crítico en insertar a Zulueta en la órbita del movimiento. Error que
Botti transcribe en «Istanze di riforma religiosa», cit., nota 37, p. 369.
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