miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

común ideal reformador y positivista. Pronto, empero, debió de darse cuenta de
que el cientificismo por él anhelado en su etapa postuniversitaria no coincidía,
sobre todo por la metodología aplicada, con el del krausismo. Después de la crisis
de 1897, abandonado ya el positivismo juvenil, Unamuno confirió a la reflexión
espiritual una importancia vital, prefiriendo la preocupación escatológica a la ética
neokantiana y al racionalismo armónico krausista. Mientras tanto, el krausismo ya
había achacado al elemento religioso un papel secundario, en la medida en que se
impusieron otras componentes ideológicas. A pesar de una amistosa y diplomática
convergencia de ideales que asoma del epistolario con el fundador de la I.L.E.
Giner de los Ríos, cuya constitución mental Unamuno rechazaba 132 , no podían
dejar de manifestarse algunas divergencias fundamentales, sobre todo en
referencia a la enseñanza religiosa, al individualismo pedagógico apoyado por el
vasco y a su oposición a la autonomía universitaria. Sin embargo, Unamuno no
tiene ningún interés en derrocar la única tendencia reformadora, liberal,
antiescolástica y anticlerical que se dio en España durante aquella época, por lo
cual no vaciló en ensalzar, a lo largo de toda su producción, el movimiento. Sin
duda, reconocía también sus límites, como el de producir unos manuales o
trataditos que reflejaban la pobreza intelectual del ambiente cultural español, y el
de preferir un pensamiento menos profundo frente a otros sistemas estrictamente
filosóficos como el kantismo o el hegelismo. De aquí su Amor y pedagogía, donde
la irreverencia irónica se dirige tanto a los tradicionalistas como a los krausistas.
En virtud de la fuerte amistad con sus amigos krausistas, demostrada en más
ocasiones, no podía parodiar demasiado explícitamente sus planteamientos y, por
lo tanto, la componente irónica de Amor y pedagogía resulta ser bastante velada.
Si estamos dispuestos a aceptar la tesis de Bénédicte Vauthier, no tendremos
dificultad alguna en reconocer la oposición de Unamuno hacia el krausismo. Pero,
esta oposición se refiere no tanto al planteamiento krausista frente a la sociedad,
sino a su metodología. Así se explica una doble actitud del vasco frente al
movimiento que mantuvo con coherencia a lo largo de toda su vida: una que
ensalza la españolidad, el liberalismo, cierto sentimiento espiritual, la
preocupación reformadora y el esfuerzo de echar las raíces, finalmente, de un
pensamiento seudofilosófico en tierra española; otra que evidenciaba la miseria de
132 “Yo soy, como usted, uno de los hombre más prevenidos en cotra de Giner, su constitución
mental me es poco simpática”. «Carta a Corominas», 15 de diciembre de 1899, en J. Corominas,
cit., p. 425.
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