miguel de unamuno frente al modernismo religioso - Gredos ...

El segundo mal es el espíritu de dominación del clero, que infunde una especie
de celos religiosos y afecta a todos los sacerdotes que quieren edificar una barrera
entre Dios y la humanidad, que quieren elevarse a únicos depositarios del saber y
dispensadores de verdad, que quieren ser los únicos interlocutores legítimos con
Dios y, por todo eso, impiden que los fieles comuniquen directamente con Él para
pedirle consejo, y que les indique el camino para una justa orientación. De esa
forma, los fieles no serán más que almas tímidas y flojas, sin personalidad alguna,
y, a través de la sumisión, quedará suprimida la antigua y santa libertad del
catolicismo. Es menester que la oposición al espíritu de dominación del clero
arranque del Pontífice mismo, amonesta Benedetto, que ha de ser el primer
eclesiástico en evitar que otros gobiernos intervengan en su misión y que su poder
caiga en manos ajenas. Sólo hay una manera de vencer la sed de poder de unos
eclesiásticos ambiciosos, y consiste en que las autoridades religiosas se mezclen
más con el pueblo, eliminando toda barrera entre éste y la Iglesia, y que el poder
temporal tenga derecho de voto en la elección de los obispos. Así, Benedetto
aconseja al Santo Padre que
“Abbia consiglieri pubblici e siano i vescovi raccolti spesso nei Concilii nazionali e faccia
partecipare il popolo alle elezioni dei vescovi scegliendo uomini amati e riveriti dal popolo, e i
vescovi si mescolino al popolo non solamente per passare sotto archi di trionfo e farsi salutare dal
suono delle campane ma per conoscere le turbe e per edificarle a imitazione di Cristo, invece di
starsene chiusi da principi orientali negli episcopii, come tutti fanno. E lasci loro l'autorità che è
compatibile con quella di Pietro!” 91 .
Su esperanza reside, a fin de cuentas, en que en un futuro próximo el oficio del
clero católico pueda ser integrado, en la medida en que se reconozcan las
legítimas libertades religiosas, por el celo de los católicos laicos, defensores de
Cristo y de la Verdad, para una mayor divulgación de la moral cristiana en todo
ámbito: científico, artístico, civil y social 92 .
El tercer mal es la avaricia. Muchos ministros de Cristo se manifiestan
codiciosos y demasiados atados a los bienes terrenales. La pompa y la riqueza de
la Iglesia son dos características antitéticas al espíritu de pobreza predicado por
Jesús. Los sacerdotes deberían ser ejemplo de efectiva pobreza y, para hacerlo, la
91 Ibidem, pp. 251-252.
92 Ibidem, pp. 225-226.
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