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TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

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trabajo, y ya no tenía ningún problema. Iba al club los jueves, viernes,<br />

sábados y domingos. Se trabajaba todo el tiempo, lo que aguantase cada<br />

una. Aquel hombre venía todos los días a verme. Pagaba como cualquier<br />

otro cliente, pero empezamos a tener una relación. Cuando llegaba, si yo<br />

estaba ocupada, esperaba en el salón. A veces se le acercaban otras chicas,<br />

pero él nunca aceptaba su compañía. Unas veces nos quedábamos en el<br />

club, y otras pagaba una salida y nos marchábamos por ahí.<br />

Después <strong>de</strong> un año, me dijo que no quería que yo siguiese trabajando en el<br />

club, que él nos ayudaría a mí y a mi hija. Acepté. Fuimos a Goiânia y allí<br />

alquilamos una casa. La casa era <strong>de</strong> mi madre. Vivimos juntos durante<br />

nueve meses. Él trabajaba mucho y tenía que viajar con frecuencia, pero los<br />

fines <strong>de</strong> semana siempre los pasaba conmigo. Todo iba bien. Un día me<br />

contó que era casado. Yo no lo sabía, me había dicho que era divorciado.<br />

Pero, su mujer lo <strong>de</strong>scubrió y un día llamó por teléfono. Cuando cogí el<br />

teléfono, me preguntó quién era. Le contesté que era su mujer. Yo no sabía<br />

quién era ella, me explicó que llamaba <strong>de</strong> una tienda y que necesitaba<br />

nuestra dirección para un envío. Yo se la di. Eso fue un miércoles. Le dije<br />

que mi marido no regresaría a casa hasta el viernes. Y ella se presentó en<br />

casa el viernes por la tar<strong>de</strong>. Márcio salió en calzoncillos, pensando que era<br />

mi madre. Cuando se dio cuenta <strong>de</strong> que era su esposa al verla a través <strong>de</strong> la<br />

ventana, se puso todo nervioso y fue a vestirse a toda prisa. Ella insistía<br />

llamando a la puerta. Cuando al final le abrí, me dijo que era su mujer. Le<br />

mandé pasear y los <strong>de</strong>jé a los dos en la sala para que hablasen, y me fui<br />

para la habitación. Gracias a Dios, mi hija no estaba en casa.<br />

Ella le <strong>de</strong>cía que porqué la había engañado así. Él le explicaba que no<br />

quería per<strong>de</strong>rme. Les escuchaba a los dos porque <strong>de</strong>jé la puerta abierta. Ella<br />

se portó muy bien, fue una mujer muy correcta y educada, y no montó<br />

ningún escándalo. Luego hasta me pidió disculpas por haber venido a mi<br />

casa. También me dijo que yo era joven y bonita, y que él no me merecía,<br />

que ella ya había perdido más <strong>de</strong> veinte años con él, y que yo no <strong>de</strong>bía<br />

hacer lo mismo. Era una mujer muy elegante. Cuando se marchó <strong>de</strong> nuestra<br />

casa le dije a Márcio que ya no quería seguir más tiempo con él. Recogí<br />

mis cosas, <strong>de</strong>jé a mi hija con mi madre, y me marché <strong>de</strong> nuevo para<br />

Brasilia.<br />

En Brasilia me fui para otro club. Un club que tiene una tía mía. Yo<br />

entonces ya tenía experiencia. Allí los clientes eran más humil<strong>de</strong>s, obreros<br />

y así. Pero, se trabajaba muy bien. Vivía en casa con mi tía. Al segundo día<br />

<strong>de</strong> estar en ese club, conocí a un cliente. Era lo mejor que había allí. Era<br />

funcionario público y tenía treinta y seis años. Iba al club, pero sólo para<br />

beber, no se acostaba con las chicas. Era amigo <strong>de</strong> mi tía y también <strong>de</strong> mi<br />

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