TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

Gané bastante dinero durante mi estancia en la sauna. También conocí a
personas de clase media, alta. En la sauna también hacíamos salidas y
pagaban bien. Pero, sólo con clientes conocidos.
Mi madre no sabía que yo era prostituta, pero desconfiaba. Las madres
intuyen mucho sobre ese tipo de cosas y yo a veces llegaba tarde a casa por
el trabajo.
Corté todas mis relaciones anteriores. No quería tener que dar
explicaciones a nadie. No sabría qué contestar cuando me preguntasen en
qué estaba trabajando. Por eso me fui alejando de los amigos. Gané mucho
dinero en esa época, pero al mismo tiempo perdí a mis amigos. Y caí en
una depresión. Lo más duro de empezar a trabajar en esta vida fue el haber
perdido a mis amigos.
Decidí marcharme para Sâo Paulo. Fui a trabajar a un “piso-relax” de
veinticuatro horas. Conseguí la dirección por el periódico y hablé con el
encargado. Le pregunté si necesitaba chicas para trabajar y él me contestó
que sí, pero que no de inmediato, que tenía que esperar una semana y él ya
me avisaría.
Mientras esperaba me fui a vivir a casa de una amiga. Esta amiga mía
trabajó conmigo en la sauna y ahora trabajaba en una boate en la Vía
Augusta. Yo aproveché y me fui con ella. La primera noche fue bien, me
hice seis pases. Los pases eran de doscientos reales y los clientes eran todos
de clase media/ alta. Sólo trabajé allí una semana porque el dueño del piso
me llamó.
En la boate se ganaba mucho dinero, pero también gastaba mucho porque
allí las chicas teníamos que ir muy arregladas, llevar ropa fina, usar
maquillaje, el cabello arreglado, etc.
Comencé a trabajar en el “piso-relax”. Allí lo único que exigían era usar
ropa corta y botas altas. Si salíamos a la calle teníamos que regresar en
media hora. Por eso teníamos un chófer para llevarnos a cualquier lugar
que necesitásemos. Había chófer y segurança. En el piso media hora eran
cincuenta reales; una hora ciento diez reales; y los servicios especiales
(griego, dominaçâo, fantasías) eran de noventa reales por media hora.
Allí me quedé un año y seis meses. Para mí fue como mi segunda familia.
Tenía una amiga, Ingrid, que era bahiana y siempre salíamos juntas de
compras. Me sentí muy bien allí. La única tragedia que sucedió fue cuando
vinieron a robarnos al piso. Entraron seis atracadores. Nosotras
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