TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

trasladase con mis hijos a casa de mi abuela, en el campo. Allí se podía
respirar aire puro y desconectar de la gran ciudad, y para los niños el
ambiente era perfecto. Así que acepté.
Mi novio americano
Un día, recuerdo que era domingo, llegó el periódico. Lo leía mientras me
tomaba un café, y en la sección de clasificados encontré un anuncio que me
llamó mucho la atención: “120 americanos buscan chicas con fines
matrimoniales, no importa edad, estado civil ni número de hijos.
Interesadas llamar al tel. nº: xxxxxxxxxx para concertar cita”. Lo miré, me
reí, y no le di mayor importancia, abandoné el periódico por ahí sin pensar
más nada en el anuncio. A la semana siguiente, cuando llegó el repartidor,
le recibí el periódico como todos los domingos. Me preparé mi café y lo
cogí, e inconscientemente me fui directa a la sección de clasificados, hasta
que me encontré de nuevo con el anuncio. Pensé si es que existen las
casualidades, desde luego ésta es una. Decidí resaltarlo y esperar al lunes
para averiguar de qué se trataba.
Así fue. Al lunes siguiente llamé por teléfono al número del anuncio. Me
cogió una señora y me explicó de qué iba el asunto, que era una agencia de
estas de matrimonios con extranjeros. Me dio los números de teléfono de
otras dos chicas que ya estaban inscritas para que si yo quería hablase con
ellas, y me dijo que si estaba interesada que podríamos luego concertar una
cita personal donde me explicaría más detalladamente. Yo llamé a las
chicas. Marta me dijo que le parecía muy chévere, que ella también quería
salir de Colombia y que no le importaba, que si encontraba un marido con
dinero y se la llevaba a Estados Unidos le parecía bien. Lucía, por el
contrario, me comentó que estaba viviendo con un chico, que tenía una
niña con él pero que también tenía otro hijo mayor que no era de su actual
pareja y que tenía muchos problemas, que no quería saber más de él, que lo
que ella estaba buscando era un hombre que la quisiera, la valorara y la
respetara, y no quería que fuese otro colombiano, porque había fracasado
ya varias veces. Yo entonces decidí inscribirme en la agencia. También
invité a mi casa a Marta y a Lucía para tomar café, y así nos conocimos y
charlamos sobre nuestras vidas. Un día me llamó Lucía. Me dice: me
acaban de llamar de la agencia, que tengo un correo, ¿me acompañas?, así
conoces a Sonia, la dueña de la agencia. Y yo allá me fui con ella. Cogimos
un taxi, Lucía estaba muy nerviosa. Cuando llegamos me encontré con una
oficina muy bien montada, vamos que se veía que la cosa iba en serio.
Dentro había un despacho más pequeño, que era el de Sonia, la dueña. Ella
era una mujer, de unos 40-45 años, recuerdo que muy elegante, y también
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