TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

En el club
El primer día bajé al salón. Las chicas no te explican nada. Yo no sabía de
nada. No entendía los euros ni nada. Fue Juan Carlos, el dueño, quien me
explicó las normas y condiciones del club. La diaria eran diez euros. Si no
trabajabas al día siguiente pagabas doble. La mayoría de las chicas eran
brasileras. Aunque, hoy en día en cualquier club casi todas son brasileras.
Cuando yo llegué era verano. Había unas cuarenta mujeres. Cerca de treinta
eran brasileras, luego había colombianas, dominicanas, africanas, etc.
Quien más me ayudó fue Carla. No recuerdo al primer cliente, pero sí que
trabajé bien. Llegué en fin de semana y estaba todo lleno. Yo no sabía
hablar con los hombres. Lo único que me enseñaron a decir era: hola,
¿cómo estás? Me daba vergüenza. A veces dejaba de trabajar, de acercarme
y charlar con los clientes. No sabía qué decirles. La que más me ayudó con
este problema fue una chica, Joise. Ella ya conocía muy bien todo aquello y
como veía lo que estaba pasando, quería ayudarme. Joise me acompañaba y
me presentaba a los clientes. Me decía: - No te preocupes, no tengas miedo,
que yo te traduzco. Y luego nos acercábamos juntas al cliente y ella me
presentaba. Y Joise le decía al cliente: - Mira, es una chica que acaba de
llegar, muy buena, sube con ella.
Estuve en el “Clangor” tres meses. Como vivía en el club me sentía como
presa. Eso es muy deprimente. Al cabo de cuarenta días ya conseguí pagar
mi billete. Yo enviaba dinero cada poco, cuando conseguía juntar una
cantidad, después de trabajar dos semanas normalmente, era cuando
enviaba el dinero para Brasil. Enviaba para mi familia y al principio
también para pagar mi billete.
Al segundo mes, cuatro compañeras del “Clangor” decidimos alquilar un
piso en Ribadeo. Fue un cliente de Carla quien alquiló el piso para
nosotras. A ese chico le gusta mucho Carla. Por la semana salíamos del
club a las cuatro y media, y los fines de semana a las seis. Nos íbamos para
el piso. El dueño del club nos pagaba un taxi siempre para ir a Ribadeo.
Pero, para ir al club a trabajar teníamos que pagar nosotras.
En Ribadeo comencé a tener una vida más tranquila. Me sentía mejor. Y el
trabajo iba bien. En el club no tienes libertad ni intimidad. Siempre están
entrando y saliendo chicas que ni siquiera conoces. Yo dormía en una
habitación con Carla, pero con frecuencia teníamos que compartir la
habitación con otras chicas.
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