TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

Los evangélicos tardaron cuarenta y ocho días en liberar a mi madre del
demonio. Al final lo consiguieron y mi madre también se convirtió a la
iglesia evangélica. Cada vez que veo la película de “El Exorcista” todo
aquello me viene a la memoria y se me pone la piel de gallina. Fue igualito
que en la película.
Mi madre después cerró el Centro de Macumba, y a partir de ese día iba
diariamente a la iglesia, y comenzó a practicar todas las cosas de los
evangélicos. Uno de los que ayudaron en su proceso de liberación era
soltero y se casó con mi madre. A minha vida mudóu da auga para o vinho. Ya
no tenía que ir corriendo para comprar las galinhas, ni tenía que escribir
nombres de personas en las velas, todas aquellas velas amarillas, rojas,
negras… Al convertirnos a la Iglesia Evangélica mi vida pasó a ser iglesia
y escuela.
Un día que estábamos en la iglesia, durante un culto de oración, una mujer
que estaba allí asistiendo, de repente viróu possuida y comenzó a hablarme
con voz de demonio. Me dijo: - ¡Te voy a matar, y tú vas a ser mía por
haberme quitado a tu madre! Nossa sinhora, morría de medo. Era la voz del
diablo la que me hablaba a través de aquella mujer. - Cala a boca! Voçê nâo
tem poder! le dijeron los evangélicos.
Namorando
Con catorce años pasé a estudiar por las noches. Tenía que trabajar.
Trabajaba de babá, cuidando de duas crianças. También conocí a un chico y
comenzamos a namorar… Salíamos, nos besábamos… Un día me llamó y
me pidió que fuese a su casa. Fui. La primera vez no dio resultado. Y volví
otro día. Al tercer día sí, ocurrió. La experiencia fue muito mal. Sentía
mucho miedo, no sabía cómo iba a hacer para regresar a casa. A mi madre
no le conté nada, pero se lo dije a mi padrastro. Mi madre cuando se enteró
me batéu muito. Me dijeron que nos teníamos que casar. Entonces, el chico
se escapó, no se quería casar de ninguna manera.
Mi madre estaba tan llena de rabia y sentía tanta vergüenza por mi culpa,
que me envió a casa de mi abuela en una ciudad del interior. Después de un
mes allí con mi abuela, regresé.
Comencé a visitar otra iglesia evangélica. Allí fue donde conocí al hijo de
un pastor. Yo cantaba en el coro evangélico, y aquel chico tocaba el violín.
Le pedí que me diese clases de violín. Venía a mi casa todos los días, y así
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