TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

Mi amiga me presentó a ese hombre, y yo arreglé todo con él. El dueño del
club de León enviaba el billete a Brasil y yo tenía que pagarlo después
cuando estuviese trabajando en el club. Glaicon me pagó los gastos del
pasaporte y me compró una maleta. Me aconsejó la ropa que tenía que
llevar para que me reconociesen en el aeropuerto. También me dijo que no
debía colocarme en la fila en un grupo con otras chicas, para evitar llamar
la atención. Me dijo que si me preguntaba la policía, tenía que dar un
número de teléfono y el nombre de una chica brasilera. Les tenía que
explicar que esa chica era mi prima y que se iba a casar con un español, y
que yo viajaba para ir a la boda, que era en Bilbao.
Glaicon no traía a una chica sola. Teníamos que ser dos. No tuve que
esperar mucho. Allí cuando la gente se entera que alguien está arreglando
para viajar a Europa, enseguida vienen todos. Lenda, una vecina mía, viajó
conmigo. Eso era en septiembre de 2001.
Cogí el avión en Goiânia. De Goiânia para Sâo Paulo. Después, de Sâo
Paulo para París, y de París a Bilbao. En el aeropuerto de París la policía
me preguntó un montón. Yo les dije: - No entiendo, no entiendo. Cogí el
papel y se lo mostré. Entonces, me mandaron pasar. Yo iba en una fila y
Lenda en otra. Pasé yo primero. Pensaba que ella iba a tener problemas y
que a lo mejor la devolvían para Brasil. Estaba muy nerviosa. Llevaba
también un número de teléfono y el nombre de otra chica. Su historia era
que iba a cuidar de una señora. Al final, también le dejaron pasar.
Me quedé un día en Bilbao, y después me llevaron para Gijón. Allí me
quedé dos días en un club. Al tercer día, vino la misma mujer que me vino
a recoger al aeropuerto de Bilbao y me llevó hasta León. Allí, en León, yo
iba a pagar mi billete. Ahora ni me acuerdo cuánto era en pesetas…
Entonces, me encontré con Lenda, al cabo de tres días, porque ella estaba
enferma y se fue a casa de un amigo. Estábamos encerradas con llave
durante todo el día… No salíamos para nada.
Al cabo de una semana le dije a mi amiga que teníamos que escapar de allí.
Le dije que no podía contárselo a nadie, ni siquiera a Katia, que también
estaba con nosotras. Tenía que ser sólo entre ella y yo. Tres personas ya era
demasiado.
Planeando la fuga
Entonces, comenzamos a planear nuestra fuga. No teníamos dinero, apenas
las propinas que guardábamos de lo que nos daban los clientes. Cuando, en
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