TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

Viajar a España
Cuando mi hija cumplió cinco años fue cuando yo empecé a pensar en la
posibilidad de viajar a España. Yo conocía a una señora que había viajado a
España y que luego volvió a Rondônia sólo para vender sus propiedades.
Me contó que en España la vida era mejor, aunque era difícil encontrar
trabajo. Yo le dije que estaba decidida a trabajar en cualquier cosa. Y mi
matrimonio ya no tenía ningún sentido. Hablé también con otra amiga que
ya llevaba un tiempo viviendo en España. Me dijo que podía venir, que
aquí había muchas posibilidades.
Mi marido estaba ya con otra mujer. Le dije que me marchaba a España. La
otra chica sólo tenía quince años. Discutimos y me pegó. Me humilló
mucho. Afortunadamente, mi hija no estaba presente. Nunca me había
puesto la mano encima. Le dije que era la primera y la última vez.
Para mí resultaba más humillante seguir viviendo allí con mi marido que no
venir aquí para trabajar en la prostitución. Sobre todo, después de que él me
pegase. Porque yo no había visto nunca eso en mi familia. Mi padre
siempre ha tratado muy bien a mi madre y no admitía ese tipo de cosas.
Mi ex marido me dio siete mil reales (unos tres mil euros en la época). Fue
un acuerdo entre nosotros. Con parte de ese dinero me pagué el billete.
Cuando fui a la agencia en Ouro Preto para comprar el billete me dieron
información general. Me dijeron que viajaría como turista y que no
necesitaba traer mucho equipaje.
No tuve ningún problema durante el viaje. Pero, una amiga que viajaba
conmigo, como se puso muy nerviosa, la pararon en Madrid y le hicieron
un montón de preguntas: que a dónde iba, por cuanto tiempo iba a estar,
etc. Después la soltaron. Luego, nos marchamos en otro vuelo de Madrid a
Santiago. En Santiago nos esperaba Pamela, mi amiga de Ouro Preto, que
estaba con dos chicos. Por el viaje en coche de Santiago a Lugo mi amiga
nos cobró trescientos euros (ciento cincuenta a cada una). Sí, uma ótima
amiga… Y nos llevaron a un piso.
Cuando llegamos nos enseñaron nuestra habitación y otra chica nos explicó
que ella era la encargada del piso. Nos dijo que aquí la gente para
sobrevivir tenía que prostituirse. A mí me entró el pánico. Ella nos explicó
que hiciésemos lo que quisiésemos, que sólo trabajaríamos si nosotras
queríamos. Yo no sabía muy bien qué responder. Ella me dijo: - No es tan
difícil, los clientes no maltratan a nadie, pero hay que ganar el dinero con el
propio cuerpo. Me quedé una semana en el piso en la Ronda das Fontiñas
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