TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

A principios de mayo de 2001 viajé a Portugal. Antes hice un churrasco
para mi familia y les expliqué que en la multinacional donde estaba
trabajando me mandaban para Portugal. El dueño del club en Portugal me
prestó cuatro mil euros. Él fue quien envió el dinero a la cafetina para correr
con todos los gastos. La salida de Sâo Paulo fue difícil, porque la policía
me hizo muchas preguntas. Me preguntaron que a dónde iba. Les conté que
iba a Portugal para visitar a un amigo y que regresaría en quince días. Al
llegar a Madrid les conté la misma historia y me carimbaron el pasaporte.
Estuve en la sala de espera durante dos horas y media, hasta que llegó el
taxista que venía a recogerme.
Me llevaron a un club en Valença. Como eran muchas horas de viaje me
puse muy nerviosa. Cuando llegué al club las chicas me recibieron porque
el dueño todavía no había llegado. Había una chica brasilera que estaba
llorando y que dijo que aquello era un inferno. Yo me asusté toda. Luego,
vino el jefe y me dijo que primero tenía que pagar el billete y que luego
podía marcharme a donde me diese la gana. Me explicó que pagaría el viaje
en dos o tres meses.
Allí trabajé muchísimo. Al principio, me costó. Pero, enseguida cogí el
ritmo. No sé muy bien cuánto pagué, pero fue mucho dinero porque trabajé
mucho. Sólo estuve dos días sin trabajar porque me enfermé. El dueño al
menos tenía asistencia médica y nos daba el dinero para comprar los
medicamentos. Después, comencé a hacer “streptease” y espectáculos con
sexo al vivo. Eso también servía para disminuir mi deuda.
Hice mi primer “streaptease” con tres chicos. Al terminar, me hice una
salida con uno de ellos y me quedé tres horas con él en un hotel. Me marcó
mucho porque era un hombre muy dulce y amable, y fue muy comprensivo
conmigo. Para mí fue bueno conocerle porque nos hicimos amigos y me
llevó a visitar varios sitios en Portugal.
Una vez que pagué la deuda me fui a hacer una plaza. Mi primera plaza fue
en Oporto. Era un café con cuartos en la planta de arriba. El precio eran
veinticinco euros (veinte euros para la chica y cinco para la casa). La
señora me dijo que yo iba a trabajar muchísimo. Los clientes eran todos
africanos, marroquíes y rusos. Casi no había portugueses. Abría a las once
de la mañana y cerraba a las tres de la madrugada. Como trabajaba mucho,
pedí un descanso.
Durante el último día de esa plaza fue cuando me enteré de que había
fallecido mi madre. Eso me dio mucha rabia de mi familia, porque tenían
que habérmelo contado.
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