TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

yo seguía trabajando en la prostitución. Después de un tiempo de vivir
juntos, quise contarle la verdad. Lo aceptó y me dijo que por mí haría
cualquier cosa. Y nos fuimos los dos a trabajar en la calle. Él trabajaba en
un punto de chicos y yo en el de travestis. Cuando él terminaba me iba a
recoger a mi lugar de trabajo. Durante un año conseguí así volver a
sentirme tranquila. Mi novio me ayudó a superar mis problemas, mis
vicios… Yo bebía cachaça, hasta alcohol de 96 grados llegué a beber,
trabajaba drogada, tomaba mucha cocaína,… Todo eso fue en aquella
época en que yo andaba sin rumbo, después de la muerte de mi madre. Me
relacionaba con las travestis más pesadas y mi vida no tenía sentido. Él
consiguió recuperarme y que volviese a sentir las ganas de vivir. El mejor
período en mi relación coincidió con la segunda oportunidad de venirme a
Europa. Estuvimos juntos casi tres años. Se llamaba Fabio y me tatué su
nombre en mi mano.
La segunda oportunidad
Acepté la propuesta de venir nuevamente a Europa. Me pidieron quince mil
dólares. En Rio hay mafias en todos los sitios. Un carnavalesco de una
escuela de samba junto con una travesti de Goiânia fueron los que me
brindaron esa oportunidad. El carnavalesco era el que ponía el dinero, y la
travesti buscaba mujeres y travestis para enviar a Suiza. Me dijeron que
tenía que pagar los quince mil dólares en tres meses. Conversamos y
llegamos a un acuerdo. Iba a trabajar en un local de Lugano
prostituyéndome. Al cabo de diez días ya llegó mi pasaje y me prestaron
otros mil dólares para pasar en la frontera. Mientras sucedía todo esto, mi
relación con mi novio fue deteriorándose. Me decía que yo iba a encontrar
a otra persona en Europa y que lo iba a olvidar. No quería que me
marchase. Me sentía confusa. No sabía qué hacer, si quedarme en Brasil o
si viajar a Europa. Al fin, opté por viajar.
Cuando llegué a Zürich ya había una persona esperándome. La primera
cosa que hizo esa persona fue pedirme los mil dólares. Él ganaba una
comisión que le pagaba la travesti por cada chica que iba a recoger. En
Zürich tienen unos controles muy rigurosos. Antes de salir, me quitaron de
la fila, me registraron la maleta y luego me desnudaron dentro de una sala.
Cuando abrieron la maleta vieron sólo ropa de trabajo: zapatos de tacón,
bragas, ligueros, etc. Les dije que eran regalos. No sé si se lo creyeron, pero
me dejaron pasar.
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