TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

pagarle nada más. Ella quiso explicarme que eso no era una multa, sino
sólo el dinero del billete de mi anterior viaje.
Al pasar un mes, dejé el piso de Zaragoza para hacer mi primera plaza.
Cogí un autobús a Sevilla. Allí estuve trabajando en el piso de un brasilero.
Toda mi vida era controlada en Sevilla. En el piso también vinieron a hacer
plaza Bruno y Patricia, otra travesti. Cualquier cosa que yo hiciese ellos
cogían el teléfono y llamaban al dueño del piso de Zaragoza. Aún así, en
Sevilla trabajé muy bien. Desgraciadamente, en lugar de ahorrar y afrontar
mis responsabilidades, me dediqué a salir y a gastar todo el dinero.
De Sevilla me fui para Palma de Mallorca. Justo cuando en Sevilla estaba
conociendo gente y haciendo amistades, me tocó irme. Era otro piso de
brasileros. Durante los primeros días trabajé muy bien. Me hacía de seis a
ocho pases por día. Aunque, en Sevilla tuve días de hacer trece o catorce
pases. Nunca tomé nada para aguantar todo eso, lo que pasa es que yo soy
muy viciosa y trato de evitar el orgasmo para no gastar energías.
En Palma de Mallorca, a partir de la segunda semana el trabajo fue
disminuyendo. Además, no me adapté muy bien a aquel piso. Eran gente
muy arrogante. Por eso a los quince días me marché de allí. Decidí regresar
a Sevilla. Me quedé durante los meses de junio, julio y agosto, y lo pasé
fatal. En el mes de junio trabajé muy bien. Pero, durante julio y agosto el
trabajo fue más bien flaco.
A finales de agosto salí de Sevilla y me fui para Badajoz. Era un piso de
dos chicas brasileras y lesbianas. Con una me llevaba muy bien. Con la
otra fatal. Si yo hacía más de tres pases al día, me cogía envidia. Siempre
intentaba molestarme de alguna forma. Y la cafetina me seguía telefoneando
desde Suiza. Un día tuve una discusión muy fea con ella y decidí no
pagarle más dinero. Para que no siguiese llamándome y molestándome,
cambié mi número de teléfono.
Cuando terminé mi plaza en Badajoz fui para Cádiz. Allí el mismo día que
llegué, trabajé y me hice seis pases. A la madrugada, a eso de las cinco
horas de la mañana, fue cuando me llamó un cliente. Cuando abrí la puerta
sentí algo diferente. Me identifiqué con aquel hombre. No sé qué pasó. Me
pagó quinientos euros por cinco horas. Después de dos días, ese hombre
volvió. Y nuevamente pasamos tres horas juntos. Lo que me encantaba era
su forma en cómo me trataba, su gentileza. Me decía que uno de sus sueños
sería conocer el Brasil. Empezamos a vernos con frecuencia.
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