TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

fue un bruto. Nos pegaba con una cinta de cuero a mí y a mis hermanas, y
se comportaba a veces como un animal. Y no nos dejaba salir a casa de
nadie.
Mi sueño era bailar y jugar al fútbol. Y mi padre no me dejaba ir. Cuando
llegaba a casa me pegaba. Como él era creyente evangélico, quería imponer
su voluntad y lo hacía a base de golpes. Mi madre nunca aceptó esa
conducta de mi padre, y a veces se enfrentaban. Un día le dije: - basta, esto
no es vida; vivo trabajando, estudiando, ayudando a mi madre en casa,…
¿y no puedo jugar un poco? - El mundo es una gran escuela. Busca tu
camino. Mi madre le dijo: - No, no puedes seguir de esta manera, porque
así ella se va a marchar de casa. - Madre, ya es suficiente. Yo ya tengo doce
años, sé trabajar y me voy a buscar mi vida, porque ya no aguanto estas
palizas sin motivos. - Si tú te vas, yo me voy contigo, porque soy tu madre
y no voy a abandonarte. Le dije a mi madre que no, porque estaban en casa
todavía mis hermanas pequeñas y quería marcharme yo sola para estudiar y
trabajar. Pero, no me fui de casa. Pasado un tiempo, mi padre mejoró un
poco de todas aquellas ignorancias. Sin embargo, no me dejaba salir a
ningún sitio, sólo al colegio y al trabajo para vender bananas.
Yo iba a la casa de una vecina. Un día su marido me dijo que estaba
apaixonado de mí. Yo llamé a la vecina y le dije: tu marido me ha dicho
esto. Y ella empezó a pelearse con él. Nunca más volví a su casa. Pero, otro
día esta mujer me pegó en el campo de fútbol. Me lastimó mucho. Lo hizo
por los problemas que pasaron con su marido. Toda esta situación me
estaba superando y ya no aguantaba más. Le dije a la vecina: - si tú eres
mujer, me pegas de nuevo. Y ella volvió a pegarme. Yo entonces fui a mi
casa, cogí una faca y regresé al campo. Le dije: - ¡Vuelve ahora! Y ella
volvió a pegarme. Entonces, cuando vino le pegué cuatro facadas. En el
mismo instante, me quité las botas de fútbol y salí corriendo hacia la
carretera. Cuando pasó un camión le pedí una carona. El camionero me
preguntó que qué pasaba, y yo le conté lo que había sucedido. Me preguntó
a dónde iba, y le contesté que a cualquier parte donde pudiera llevarme.
El camionero me subió y luego me compró ropa en una tienda, porque
estaba toda manchada de sangre. Viajamos durante tres días, y me fui para
casa de una tía que vivía en otra ciudad del interior. Desde allí llamé por
teléfono a mi madre. Me preguntó que qué había sucedido. Yo le dije que
ya estaba cansada. -Ya sé, pero tenías que pensar que todavía tienes aquí
una madre. Yo estaba llorando: - Sí, ya sé que tengo a la señora… Y no
dejaba de llorar.
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