TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

verme, me dijo que quería casarse conmigo. Yo le dije que sí, pero que no
podía irme así. Y él me preguntó que cuánto necesitaba. Yo le contesté que
veinte mil pesetas. Fue la primera cantidad que se me pasó así rápidamente
por la cabeza. Y me las dio. Y yo me fui. Y hasta ahora. Cogí mis maletas
en la casa y me fui a la estación de tren, cogí un Talgo y el viejo allí se
quedó esperando en la cafetería.
Me marché para Barcelona. Allí viven las hermanas de mi novio en
Colombia. Ellas no tenían sitio, y alquilaron una habitación para mí. En el
piso había más extranjeros, habían unos tres peruanos. En Barcelona estuve
aproximadamente un mes. Estuve trabajando en una casa, con unos
señores. Pero, enseguida tuve un problema. Fue con el señor, que quería
mantener relaciones conmigo, y la mujer se dio cuenta y entonces me dijo
que lo mejor era que me marchase. Así que mi trabajo de empleada de
hogar apenas me duró una semana…Hablé con la hermana del chico y le
dije que me quería venir. Allí no tenía actividad, echaba las cartas y me
daban algo a cambio.
Decidí abortar. Lo estuve pensando al principio, pero al final decidí
abortar. Fui a un Centro de Planificación Familiar y no me costó nada. Me
hicieron un montón de preguntas y me dijeron que no lo hiciese más.
Me dijeron cómo son las cosas
Me vine para La Coruña. Allí tengo a mi prima, y ella me dijo cómo son las
cosas: - Aquí usted puede buscar trabajo para limpiar, pero no va a
encontrar nada, así que va a tener que trabajar en esto. Yo dije: - A lo
hecho, pecho. Llevaba tres meses como tan ajetreados, que ya no podía
más. No quise mariquear más.
Me fui para el piso de “Ladys”. Allí trabajaba mi prima. Recuerdo que
empecé un martes. Me dijeron que de lo que yo trabajaba me descontaban
un cincuenta por ciento, porque ellos tenían que poner los anuncios, los
preservativos, y por estar allí y eso. El horario era de diez a diez. La
comida la tenías que llevar. No se puede cocinar por el olor a humo, así que
la comida la tienes que llevar ya hecha.
Mi primer cliente fue muy chistoso. Yo no me acordaba ni de mi nombre
de trabajo, que allí era Sandra, pues éramos unas diez mujeres ese día.
Recuerdo que era un hombre de unos treinta y cinco años y que decía que
era profesor. Yo fui muy sincera con él. Le dije que me disculpase, que yo
no tenía experiencia, que estaba nerviosa y que él era mi primer cliente.
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