TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

ir a comer con ellos. Insistieron y me fui con ellos. Comimos allí en la
estación. Después, se marcharon.
Como no sabía dónde iba a poder dormir, llamé a un chico brasilero que
conocí en la cafetería y que me había ofrecido su ayuda. Pensaba que si no
encontraba un sitio para dormir me iba a comprar un litro de cachaça y me
marcharía para una plaza donde se reunían los alcohólicos y drogadictos
para pasarme la noche entera bebiendo. Pensaba así. Hacía mucho frío.
Pero, llamé al chico brasilero y me vino a buscar con un amigo. Ellos me
buscaron un sitio para dormir aquella noche. No tenían dinero, aunque
conocían a mucha gente brasilera. Eran conscientes de lo que yo estaba
pasando y eran gente que también había pasado por dificultades.
Llegamos a casa de unos amigos suyos, dos chicos y una chica. Yo sentía
mucha vergüenza. A pesar de que los brasileros somos así, muy unidos,
para mí era una situación extraña porque al fin y al cabo ellos me acababan
de recoger de la calle y no me conocían de nada.
Aquella noche dormí muy bien. Aquellas personas me trataron con mucho
cariño. Era un sábado por la noche y nos acostamos tarde porque estuvimos
cenando, tomando cerveza y charlando durante mucho tiempo. Al día
siguiente me invitaron a comer. Hicimos una feijoada, sacamos fotos y
luego cuando nos despedimos me desearon mucha suerte en España. Eran
una gente estupenda.
Salí de Milán a las cinco de la tarde. Antes de subir al autobús, un hombre
me ayudó a meter mi maleta y me invitó a un café. Viajamos juntos de
Milán a Valencia. Tuve mucha suerte. No hubo ningún control en las
fronteras. Llegué a Valencia un lunes a las cinco de la tarde. Yo iba para
Cádiz. Cuando llegué a Valencia, telefoneé a mi amiga para preguntarle
que cómo tenía que hacer. Apenas me quedaban unas monedas. Yo pensaba
que Cádiz estaba cerca de Valencia, pero María me dijo que tenía todavía
que recorrer un montón de kilómetros.
Como no tenía dinero, le di los datos a mi amiga y ella me consiguió el
billete. De Valencia viajé a Sevilla. Llegué a las ocho de la mañana y me
pasé unas cinco horas esperando en la estación de autobuses. Luego
vinieron dos policías y me pidieron el pasaporte. Me preguntaron que a
dónde iba y se marcharon. Les estaban pidiendo los documentos a todos los
extranjeros. Después vino una amiga de María a buscarme a la estación de
buses y me acompañó hasta la estación de tren. Aproveché para comer
algo, porque tenía mucha hambre. Me dio treinta euros y me compró el
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