TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

Yo soy muy clara con el cliente. Generalmente, los clientes preguntan si
usas el condón y yo les digo que no hago nada sin condón. Algunos están
contigo y vuelven otro día, y entonces te dicen: - Ahora que ya nos
conocemos, podemos hacer un poquito sin condón. Él ya puede pagar todo
el dinero del mundo, que una enfermedad no hay dinero que la pague. Yo
no lo voy a aceptar de ninguna manera. Son muchos los clientes que piden
hacerlo sin condón, como cuatro o cinco de cada diez que llegan al club. Y
si de cinco personas te piden “sin”, sólo uno va a cambiar de opinión. Pero,
estos clientes al final siempre encuentran a una chica que lo hace sin
preservativo. Los dueños de los clubes aunque quieran no tienen cómo
poder controlar esta situación.
Mientras estuve en As Pontes trabajé bien. En el club cambió el dueño al
cabo de unos meses. Yo tuve buena relación con los dos, sobre todo con el
segundo, porque él se quedaba allí durante toda la noche. Siempre me
preguntaba si necesitaba alguna cosa, si podía ayudarme en algo. Sólo una
vez discutí con él, fue porque yo estaba sentada y había un grupo de chicos
que estaban allí bebiendo, que yo los conocía y sabía que no iban a subir.
Así que yo me quedé sentada y no les hice caso. Entonces, él nos preguntó
a mí y a las otras chicas que porqué no trabajábamos. Y yo le contesté que
yo ya sé cuándo tengo que acercarme a los clientes y trabajar y que no
estaba allí para hablar.
Desde ese día no me volvió a decir nada más. Pero, siempre mantuvimos
una buena relación. Él incluso me tenía tanta confianza que me dejaba las
llaves de la oficina para apuntar los pases. Hasta el día de hoy yo mantengo
con él una buena relación. Y cuando me marché de allí me dijo que cuando
quisiera podría volver al club, que las puertas estaban abiertas para mí y
que si lo necesitaba él me iría a recoger a cualquier sitio. Sabía que si yo
quería podía trabajar bien.
Los pisos
Después de los primeros seis meses de estar en el club, me fui a hacer una
plaza a Almería, en Andalucía, a trabajar en un piso. Una de mis hermanas
estaba allí trabajando y me dijo que aquello estaba bien, que ella estaba ya
para salir y que yo podía ir para ocupar su sitio.
Me marché entonces con Marilene, una amiga brasilera, y fuimos juntas
para Almería en autobús. Cuando llegué estaba muy cansada y me pasé un
día en la cama antes de comenzar a trabajar. En el piso sólo estuve quince
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