TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

La primera vez que fui al club me dieron ganas de salir corriendo, y
comencé a llorar. Isabella me dijo que estuviese tranquila, que no pasaba
nada, que los primeros días eso era normal. El club era pequeño, con unas
quince chicas. Allí había chicas hasta de diecisiete años.
Llegó el primer cliente. Se me acercó. Me invitó a unas copas y empezó a
hablar conmigo. Le conté que era mi primera vez. Y le dio pena, me dijo
que no era capaz de ficar con una chica que estaba empezando, que no se
sentía bien. Pero, me dio mil quinientos reales (unos trescientos euros) y
me dijo que me fuese del club, que aquél no era mi lugar.
Recuerdo que esa primera noche no conseguí trabajar nada. Tardé unos
veinte días en volver al club. Mi primer cliente me dio su número de
teléfono y yo le llamé, y antes de regresar al club quedé con él para comer
un par de veces. Fuimos a un motel y me acosté con él. Me trató bien, no
me trató como a una prostituta. Y me regaló unas joyas: un anillo y un
collar, que le habían costado en aquella época diez mil reales.
Decio tenía más de cincuenta años. Después, él se marchó de la ciudad y yo
volví al club. Me quedé un mes y ya iba todas las noches.
Mi madre se enteró por mi primo. Eso ya fue en el segundo club donde fui
a trabajar. Me cambié de ciudad, me fui para Rondonópolis. En ese club ya
me quedé seis meses. Era un club muy grande, tenía unas setenta mujeres.
El club estaba en el centro de la ciudad y fueron unas chicas del primer
club las que me lo recomendaron, me dijeron que allí se trabajaba muy
bien. Y por eso viajé a Rondonópolis.
Vivía en el club y trabajaba como quería. Era un sitio muy confortable, con
piscina y todo. La dueña del club también había sido prostituta. Los
domingos estaba cerrado y aprovechábamos para descansar y para hacer
fiestas y churrasco. El horario de trabajo era de las siete de la tarde a las
cuatro de la mañana.
Como en aquella época yo tenía un cuerpo más bonito y era joven, empecé
a bailar y a hacer “streaptease”. También asistí a clases. Teníamos una
profesora, Zilma, que venía dos veces por semana al club. Zilma ya había
trabajado también de garota de programa antes, pero en aquella época ya
estaba casada y sólo daba clases.
Hacía “streaptease” todas las noches, dos sesiones. Ganaba bien. Después,
yo y una amiga alquilamos una casa justo enfrente del club. Ella ya estaba
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