TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

Cuando estás mucho tiempo en un club llega un momento que no trabajas
más. Los clientes siempre buscan la novedad, quieren chicas nuevas. Fue
entonces, cuando decidí con mi amiga Carla ir a hacer una plaza en Bilbao.
Avisamos a los dueños del club de que nos marchábamos. Manolo nos
pidió casi llorando que nos quedásemos una semana más, que se estaban
quedando sin mujeres. Entonces, como Manolo se había portado siempre
bien con nosotras, decidimos quedarnos una semana más. Después,
viajamos en bus hasta Bilbao. Era un club que se llamaba “Millenarium”.
No me gustó nada. El sistema de trabajo era muy diferente al que yo estaba
acostumbrada. Las chicas ya iban a buscar directamente a los clientes
cuando ellos entraban por la puerta. Y se consumía mucha droga. Tampoco
nos gustaba la comida. Así, la gente extrañó aquello todo. Durante el día no
conseguía dormir. Las escaleras eran de madera y hacían un ruido horrible.
Yo me dije: - No, aquí no me voy a quedar. Sólo estuvimos allí una
semana. Nos tocó otra vez llamar a Manolo y pedirle para volver. Él nos
dijo que pensábamos que todos los clubes eran igual que el “Clangor” y
que no era así.
Regresamos al “Clangor”. Luego, la Fabiana, una brasilera que ya llevaba
trabajando allí mucho tiempo, nos habló de un club en Burgos que era muy
bueno. Así que después de una semana me fui para Burgos con una amiga.
Cuando llegamos a Burgos recuerdo un frío horrible. El club se llamaba
“La Roca” y allí la dueña era brasilera, pero las chicas eran todas
colombianas y bolivianas, y todas follaban sin condón. El club era terrible:
no había limpieza, había cámaras en todas partes, teníamos que pagar
treinta y cinco euros de diaria tanto si trabajábamos como si no, para las
sábanas y los condones había que pagar dos euros, etc. Todo esto me
provocó una desesperación horrible. Me hacía un pase, nada más, sólo me
daba para pagar la diaria. La que más trabajaba allí era una colombiana que
follaba sin condón. Ella se hacía diez pases casi todas las noches. La noche
que menos trabajaba se hacía siete pases. Subía con todos, fuese o no con
condón. Cuando a mí me pedían sin condón y yo no quería, se iban con
ella. Como yo no debía ningún dinero, me podía ir cuando quisiese. Pero,
mi amiga debía dinero. Fue su novio quien le pagó la deuda. Pagó
ochocientos ochenta euros al club. Entonces, nos marchamos de allí.
Nos vinimos para Ribadeo, al club “La Musa”, cerca de la playa. La dueña
es una española maravillosa. Es un club muy bueno. Hay magníficas
habitaciones con baño y con las ventanas con vistas al mar. Te despertabas
con el ruido de las olas… El horario era de ocho y media de la noche hasta
las tres y media, los fines de semana hasta las cinco. Los pases igual que en
el “Clangor”, a cuarenta euros. De casa había que pagar doce euros y una
comisión de nueve euros por cada pase. Los clientes eran los mismos que
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