TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

nada, que con los trescientos euros era suficiente. Aquello sucedió en
septiembre de 2004. Y nunca más lo volví a ver.
De clubes y pisos
Seguí trabajando en el “Rayo de Luna”. En el piso apenas trabajaba. A
Ramón lo conocí como cliente. A veces me pagaba una copa y luego
entraba conmigo. Vivía en Villalba y trabajaba en la Telefónica. Como
siempre estaba viajando, sólo iba al club los domingos.
Un domingo vino al club y me preguntó si quería ir con él a Vitoria. Le dije
que no. Pero, seguimos viéndonos. Me llevaba a pasear. Un día me llevó a
conocer Orense y el pico de Cabeza de Manzaneda. A veces también se
quedaba en casa, venía de trabajar y se quedaba en el piso. Él siempre me
daba dinero: cien euros, setenta euros, etc. Cuando me fui para Alcorcón a
hacer una plaza a un piso, él fue quien me pagó el billete y me dio más de
setenta euros.
En el piso la dueña era colombiana y también vendía droga para los
clientes. Eso me daba miedo, tenía miedo de que llegase la policía. En esa
plaza estuve veinte días y gané libres tres mil seiscientos euros. Trabajé
mucho, pero el problema era que allí para trabajar había que consumir
coca. Algunos clientes ni follaban, te pasabas horas y horas en la habitación
conversando y consumiendo droga.
Volví de Alcorcón y empecé a trabajar en el “Erótica”. En todos los clubes
que estuve trabajando, la verdad siempre tuve bastante suerte. En el
“Erótica” estuve dos meses.
Ramón también me decía que era soltero. Pero, no sé. Patricia dice que
tiene casi la certeza de que es casado. Lo llamé varias veces por teléfono,
pero siempre tiene el teléfono fuera de cobertura. Desde el día que lo llamé
para preguntarle si él podía ayudarme con mis papeles y firmarme en la
solicitud del permiso de residencia, desapareció. Y tampoco he insistido,
soy lo suficientemente orgullosa y ya no exijo nada a ningún hombre.
Aunque, me hubiese gustado que al menos me hubiese dado una
explicación. Le di suficiente confianza, pero, definitivamente, no tengo
suerte con los hombres.
En el “Erótica” cobraban treinta euros diarios. Eso me parecía un absurdo.
Pero, en el trato con las chicas los dueños son buena gente. Y tenían
demasiadas mujeres para tan poco trabajo. Cuando me marché de allí,
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