TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

Los pisos de contactos
Me extrañé de una cosa: cuando llegué allá tenía que pagar treinta euros de
entrada, el gas butano y comprar plato, vaso y cubiertos. Romelina nos
explicó las condiciones. Si permaneces toda la plaza ella devuelve los
treinta euros, si no no. Trabajé mucho en el piso de Romelina. Estuve allá
unos dos meses, y Romelina me dio mucha confianza. Acabé anotando los
pases de las chicas en la libreta y marcar los minutos. Las chicas eran
buenas. Cuando llegué había dos brasileras y tres colombianas.
Al principio, toda iba bien. Pero, después las chicas empezaron a murmurar
que cuando Romelina recibía a los clientes muchas veces les decía que
nosotras estábamos de regla o embarazadas, y que no podíamos atenderlos.
Entonces, trabajaba ella. Al piso también llegaron chicas nuevas durante el
tiempo que yo estuve allí.
Romelina se enfadó con Ana. Ana la acusó de que ella estaba robando con
el dinero de los pases, y entonces, Romelina la echó del piso. Yo, sin
embargo, me quedé.
Un día que me duché y lavé el cabello, le pedí a otra amiga brasilera,
Márcia, que me secase el pelo. Entonces, me saqué el anillo y lo coloqué
encima de una mesita. Después, fui a arreglar las uñas y ya me di cuenta de
que me faltaba el anillo. Empecé a buscarlo por todas partes. Tania sólo
repetía: - Es una hija de puta. Y yo no encontraba el anillo por ningún sitio.
Estaba nerviosa y lloraba. Era el anillo que me había regalado Ramiro. Allí
sólo estábamos cinco chicas: Tania, Erika, Márcia, Alejandra y yo, aparte
de Romelina. Y durante todo ese rato no había entrado ningún cliente. Por
la noche, Márcia escuchó sonar el móvil de Tania y era un mensaje que le
enviaba Romelina, que le decía que acababa de guardar mi anillo. Márcia
escuchó todo lo que hablaron aquella noche Tania y Erika, que Romelina
era una hija de puta y que sabía perfectamente que había sido ella quien
había cogido el anillo. Luego, Márcia me dijo que ya sabía quién había
sido, que había sido Romelina. Me puse toda nerviosa. Y a partir de ese
momento ya no conseguía ni trabajar.
Al día siguiente, Romelina me ofreció joyas, por si quería comprarle alguna
cosa. Entonces, una de las chicas de repente la acusó, y le dijo que no tenía
vergüenza, al ofrecerme encima joyas para comprarle a ella. Pasaron dos
días y ya le dije que no aguantaba más, que me tenía que marchar de allí,
porque sino iba a explotar. Márcia me pidió que me calmase y me aconsejó
que no dijese nada. Arreglé mis maletas y me vine para casa. Luego, llamé
404