TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

El piso
Fue difícil adaptarme al principio. Entonces yo estaba muy delgada. La
noche en que llegué no trabajé, me fui a descansar. Como no tenía ropa
para trabajar me compraron unas blusas. Y así fue como empecé a trabajar.
La primera persona con la que estuve fue con un viejito. Fue horrible… Me
sentía como sucia.
En el piso éramos cinco chicas. Pamela, yo, dos colombianas y una
dominicana. Una colombiana era también la encargada del piso, aunque
ella trabajaba y era como nosotras.
Una chica que me ayudó mucho cuando llegué fue una de las colombianas.
Aunque, ahora ya no nos hablamos. Me dijeron: - Tú aquí vienes a putear,
y como puta te debes comportar. Entre todas me hicieron ver la realidad. El
viejito me dio mucho dinero, joyas, el teléfono móvil, etc.
En el piso trabajaba muy bien. Lo más duro eran los servicios raros como la
lluvia dorada. Yo flipé con eso… Trabajaba siempre en lencería. También
me resultaba difícil hacer el “streaptease”. Yo lo he hecho como cuatro o
cinco veces. Pero, tengo que beber para poder hacerlo. Es muy difícil, todo
el mundo mirándote y eso… El lésbico también me parece horrible hacerlo.
Es fastidioso hacerlo. Hay clientes que exigen hacerlo real. A mí no me ha
tocado, pero conozco chicas que sí les ha pasado, y es muy difícil.
Lo más frecuente aquí es el servicio normal: comenzar con un poco de
francés y luego la penetración. Pero, aquí en Lugo también piden mucho el
griego, aunque yo no lo hago. Yo hago todos los servicios, menos ese.
Trabajé en el piso unos ocho meses. Al cabo de un mes pagué toda la
deuda, que eran entonces unas setecientas mil pesetas. No me dolió, porque
yo no había pagado nada. Como el piso no podía quedarse sin chicas,
Pamela y yo nunca podíamos salir juntas. Luego, nosotras ya estábamos
cansadas de muchas cosas. Y empezamos a buscar piso. Pero, como no
teníamos papeles era difícil. Yo le dije a Pamela que cogiera el piso, que a
mí me daba igual. Y yo me fui a Vigo a hacer una plaza de veintiún días.
Una chica fue la que me dijo que en ese piso de Vigo se trabajaba muy
bien. Pero, allí había más reglas: no podías salir más de una hora por la
mañana; tenías que comer antes de las doce para que no hubiera olor a
comida en el piso; y teníamos que dormir en las mismas camas que
trabajábamos.
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