TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

dinero. Y me daba vergüenza pedírselo a Kent. Pero, él no lo pensó dos
veces y me mandó siete mil quinientos dólares a través de mi cuenta.
Mi propio primo me había asegurado que ese tío, el Roberto, era una
persona de confianza, que trabajaba con gente importante, con gente de la
“Globo”. Ahí, avisé al Roberto de que ya tenía el dinero. Fui a hablar con
el gerente de mi banco, quien me preguntó si yo iba a entregar todo ese
dinero sin ningún justificante. Yo le entregué todo el dinero, las fotos y
toda la papelada que él me pidió. Me dijo: - Está bien, dentro de una semana
me pondré en contacto contigo. - Tudo bem.
Pero, pasó el tiempo y ese hombre no me llamaba nunca. Hasta que un día
descubrí dónde tenía instalado el teléfono. Salí de mi casa a las cuatro y
media de la madrugada, cogí el metro y me fui para su casa. Cuando llegué
vi el carro aparcado en la puerta. Me senté en la acera. Timbré. Me atendió
su hermano. Me abrió la puerta. En su casa había todas las cosas que
puedas imaginar. Cuando bajó de la habitación, empezó de nuevo con
excusas. Le dije que me estaba enredando, que me había asegurado que
todo estaría listo en veinte días y que ya habían pasado dos meses. Él no
había hecho nada todavía. Me comió todo el dinero. Yo no sabía qué hacer
ni qué decirle a Kent.
Después de ese día, descubrí que Roberto era un gran estafador. Me llevó a
casa de otro tipo, un libanés. El libanés me explicó que yo podía ir a
Estados Unidos por Méjico, que ese era el camino más fácil. Me falsificó
un montón de papeles, registró a mi nombre propiedades, y me puso un
salario de tres mil reales. Me dijo que yo incluso podía casarme con Kent
en Méjico y luego viajar a los Estados Unidos.
Le conté el plan a Kent. A él ya todo esto le parecía muy peligroso, aún así
me envió otros quinientos dólares. Roberto y el libanés también me
propusieron ir por Canadá. Pero, mi visado canadiense no salió. Fue por
eso que el libanés me dijo que era mejor ir por Méjico. Y me confesó que
mi pasaporte estaba retenido en el Consulado Canadiense. El libanés
entonces me pidió otros seiscientos reales para poder liberar mi pasaporte.
Yo, como estaba desesperada, fui al banco, saqué el dinero y se lo llevé al
libanés. Él me llevó hasta el aeropuerto.
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